Por Martín Glade Para LA NACION
TANDIL.- Eran las épocas en las que la patria todavía se terminaba de
"cocinar a baño María". Y en las pampas más aún. En un principio de año
de 1872, un grupo de criollos, al grito de "viva la religión, mueran los
gringos y masones", asesinó sanguinariamente en Tandil a una treintena
de personas, en un caso que conmocionó al país.
Otros ingredientes: la sospecha de que todo estuvo orquestado por
adinerados y el asesinato del principal acusado de instigar la masacre,
el médico "sanador" o curandero Gerónimo de Solané, bautizado "Tata
Dios", ocurrido mientras estaba preso, aparentemente con la vista gorda
de las autoridades. Todos condimentos de un caso en el que, todavía, no
existe una única verdad. Una vez conocida la historia, es imposible no
trasladarse imaginariamente a aquellos días ante los recuerdos que hoy
permanecen dentro de las paredes del Museo Tradicionalista del Fuerte
Independencia.
Aquel 1° de enero de 1872, y en aquel pueblo de poco más de 5000
personas, un grupo de gente de campo, hasta el momento con fama de
apacible, tomó por asalto la sede del Juzgado de Paz local y tomó las
armas de fuego que ahí había. En sus brazos llevaban una divisa rojo
punzó (símbolo de los seguidores de Juan Manuel de Rosas). Y de
inmediato, cumplieron con su salvaje proclama: a las pocas cuadras,
atacaron a Santiago Imberti, un italiano que tocaba el órgano. En poco
tiempo, todo fue terror. Primero fueron dos vascos que esperaban en una
carreta para ingresar a la ciudad. Luego unos cuantos ingleses. Sin
embargo, el golpe mayor lo dieron en el almacén de la familia Chapar,
ubicado en De la Canal, donde asesinaron a 17 personas.
En medio del saqueo generalizado del lugar, sorprendió la destrucción
del libro contable del almacenero, por entonces un documento público.
Esto hizo sospechar que algunos de sus deudores, entre los que se
contaba a buena parte de la sociedad tradicional, eran los instigadores
del crimen.
La revancha
Gracias a una fuerza policial apoyada por vecinos armados, el grupo fue
apresado. Allí, comenzó "la revancha". En medio de un enfrentamiento
que para muchos fue sólo un fusilamiento, varios de los asesinos, entre
ellos su líder, Jacinto Pérez, murieron. Algunos lograron escapar. Sólo
una veintena fueron detenidos. Muchos no se conocían entre sí,
aseguraron actuar por órdenes del "médico Dios".
Todos fueron llevados a un calabozo, donde poco antes había sido
trasladado Tata Dios, que siempre negó su participación en los hechos y
había sido apresado en la estancia "La Argentina", donde ejercía la
"medicina". Pero, ¿quién fue Gerónimo de Solané, alias "Tata Dios"?
Había llegado a Tantil de la mano del estanciero Ramón Gómez, que lo
convocó para curar las severas jaquecas de su esposa, Rufina Pérez.
Definido como canoso, y de larga barba blanca, pese a contar con entre
45 y 50 años, Solané, tras ganar la confianza de Gómez, instaló un
centro de curaciones en el puesto La Rufina de la estancia. Para sus
detractores, sus "poderes milagrosos y adivinatorios" sólo surgían de
una avivada: escondido tras una tela escuchaba lo que los pacientes le
relataban a su secretario. Para sus seguidores, que lo adoraban como a
un profeta, podía todo lo que no alcanzaba la medicina tradicional. Pero
nunca nadie escuchó de su boca una proclama que instara a semejante
masacre. Siempre, en cambio, Jacinto Pérez hizo referencia a que
encabezó el grupo armado porque el curandero lo había mandado con
proclamas apocalípticas. Pero Solané no llegó al juicio. En la madrugada
del 6 de enero, murió baleado desde una pequeña ventana en el calabozo
en el que estaba custodiado por guardias y civiles armados. Su manta
pampa, agujereada por algunos de los nueve impactos de bala que recibió,
hoy se conserva en el Museo del Fuerte junto con el sumario de todas
las actuaciones judiciales. Su entierro es otro de los grandes secretos
de la aldea, pese a que, en base a distintos testimonios, se cree que
fue sepultado en las puertas del viejo cementerio municipal, bajo la
actual Plaza Moreno, para que fuese pisoteado por quienes llegaran al
lugar, y de pie, para que no descansase en paz.
Gerónimo de Solané, autoproclamado salvador de la humanidad,
desató
una tragedia aún recordada en la zona. Con su prédica mesiánica
exacerbó el odio contra los inmigrantes. Al amanecer del primer día de
1872,
treinta y seis personas fueron víctimas de su fanatismo.
Ajusticiado Solané, la situación se descomprimió un tanto, y tras un
juicio con muchas falencias procesales que dejó líneas de investigación
sin tratar, tres de los reos fueron condenados a muerte. Sólo dos, Cruz
Gutiérrez y Esteban Lasarte fueron fusilados en la plaza principal,
porque el restante, Juan Villalba, murió en su celda. Los restantes,
fueron liberados o condenados a penas de hasta 15 años de cárcel. Pese a
que el caso estuvo formalmente cerrado, en la ciudad de hoy persisten
todavía muchos interrogantes sobre lo ocurrido en aquel pueblo.