Luis XIV, Rey de Francia (1638-1715)
Tema: Europa: expansión y crisis
Al comenzar el
siglo XVI (dieciséis) se inauguró en Europa una fase de auge y expansión económica.
Las exploraciones marítimas hacia América y Oriente habían creado, por primera
vez en la historia del mundo, las condiciones necesarias para el
establecimiento de un sistema mercantil amplio integrado, en el que los
diferentes productos podían ser intercambiados y consumidos entre zonas muy
distintas.
A su vez, dentro de Europa las relaciones
entre campesinos y nobles cambiaron: el tributo que los campesinos estaban
obligados a entregar a los señores feudales se fue dejando de hacer en
productos, como en la Edad Media,
y comenzó a ser entregado en dinero (metálico). De esta manera, se
generalizaron las transacciones monetarias y el dinero comenzó a circular en
mayores cantidades. A la vez, los campesinos podían utilizar sus escasas
ganancias para la compra de bienes de consumo, como vestidos y otras
mercancías. Sin embargo, este clima de prosperidad se esfumó cuando ciertas
características de las estructuras europeas comenzaron a demostrar su
agotamiento.
La
crisis del siglo XVII (diecisiete)
Europa mantenía un
lentamente un problema que habría de estallar en el siglo XVI (dieciséis) y
provocaría una profunda crisis a lo largo del siguiente siglo: el crecimiento poblacional. La población
aumentó en enormes cantidades y resultó cada vez más difícil que la producción
de alimentos creciera en las mismas proporciones que lo hacía la población.
Los campos cultivados se extendieron, pero
al haber menor cantidad de alimentos, que la necesaria para subsistir, subieron
los precios de los cereales: cuando un producto escasea, mayor es su valor
económico.
El valor de la tierra se volvió, más
elevado resultando inaccesible para muchos campesinos. Los países más
perjudicados fueron los del sur del continente, España, Italia y Portugal.
Las tierras comenzaron a ser explotadas
con gran intensidad, agotándose así las riquezas del suelo. De este modo,
muchas tierras antes aptas para el cultivo quedaron inutilizadas. En
consecuencia, la capacidad de producción de alimentos decayó notablemente.
Como
resultado de esta crisis, la población se redujo en forma notable. Los
campesinos fueron los más perjudicados, millones de ellos murieron a causa del
hambre y las enfermedades.
El
surgimiento del absolutismo
En la
Edad Media, el poder político había estado
dividido dentro de un mismo Estado en una multiplicidad de poderes locales
menores, como los condados y ducados, dónde los nobles tenían a su cargo las
funciones de justicia y de recaudación de impuestos. De este modo, existían,
dentro de cada territorio, pequeños poderes a cargo de nobles que se manejaban
de manera independiente.
Desde mediados del siglo XVI (dieciséis),
la nobleza europea enfrentaba un doble problema para mantener su poder: por un
lado, una profunda crisis económica y demográfica dificultaba el control sobre
los campesinos que llevaban a delante las tareas productivas; por otro, en la
ciudades un nuevo grupo social crecía constantemente y competía en poder y
riqueza con los nobles, realizando importantes actividades comerciales: la
burguesía.
Ante esta crisis que debían afrontar los
nobles, entre 1550 y 1650 el poder político se reorganizó en torno de la figura
del rey. De este modo, surgieron en los gobiernos de Europa tendencias
denominadas absolutistas, es decir, basadas en la pretensión de los monarcas
europeos de centralizar el poder en el Estado, reuniendo y unificando las
atribuciones políticas, antes dispersas, y convirtiéndose en figuras políticas
indiscutidas.
El
absolutismo monárquico: Reyes por derecho divino
Los monarcas europeos del siglo XVII (diecisiete) retomaron el
pensamiento de los emperadores romanos -“la voluntad del príncipe es la ley”-,
e impusieron su autoridad por sobre las instituciones del Estado.
Las guerras y los
conflictos religiosos provocaron en la Europa de la época serios períodos de crisis, que
se agravaron con una inevitable secuela de hambrunas y de levantamientos
generales.
La necesidad de imponer el orden favoreció
entonces, el autoritarismo real. Así, el soberano encarnó la unidad del país y
obtuvo poderes absolutos que se sustentaron en el derecho divino de la monarquía. Esta teoría consideraba al soberano
como el representante de Dios en la tierra: Dios le otorgaba la potestad de
reinar y la autoridad para ello. Era un elegido y, como tal, sólo a Dios rendía cuenta de sus actos.
La
organización de los estados absolutos
Los Estados absolutistas se organizaron en
torno de una serie de principios, entre ellos de destacan:
La reorganización del sistema de impuestos:
los campesinos eran sometidos a mayores cargas, ya que no solo debían entregar
una parte de sus productos a sus antiguos señores, sino que también debían
pagar nuevos impuestos al Estado central, que había acrecentado enormemente sus
gastos.
La
creación de un ejército permanente: se desarrolló un poderoso ejército que
utilizaba nuevos y costosos armamentos que solo obedecían al rey.
La creación de una burocracia
administrativa estatal. Para cumplir la gigantesca tarea que implicaba la recolección
de impuestos en todo el territorio, los Estados absolutistas necesitaron crear
nuevas tareas y procedimientos estatales, que requerían una gran cantidad de
funcionarios para ponerlos en práctica. De esta forma surgió la moderna
burocracia estatal, semejante a la que se conoce hoy.
Estos puestos en el Estado eran vendidos
por elevadas sumas a quienes quisieran ocuparlos y tuvieran dinero para
adquirirlos. Muchos burgueses y campesinos ricos que habían hecho fortuna se
lanzaron a la compra de cargos públicos, ya que convertirse en un funcionario
de la monarquía les confería una mejor posición social. Además, de ese modo
podrían ganar mucho dinero, no solo de sus sueldos, sino también de eventuales
sobornos. Tan grande fue la expansión del Estado absolutista, que la creación y
la venta de cientos y miles de cargos estatales se convirtió -junto con la
recaudación de impuestos- en la fuente de financiación más importante de
algunas monarquías occidentales.
El sistema diplomático: todos los Estados
nombraron embajadores que se dedicaban a mantener un clima de armonía con el
resto de los Estados con el fin de evitar situaciones de guerra.
El Derecho: los monarcas absolutos se
encargaron de establecer un sistema de leyes que facilitara el control y
gobierno de amplios territorios.
El Derecho
También respecto en el ámbito del derecho,
un problema que debieron afrontar los Estados absolutistas era la gran
diversidad de normas y leyes que coexistían en el reino, que no permitía a los
monarcas tener una autoridad completa sobre asuntos jurídico-legales de todos sus territorios.
Para resolverlo, se reintrodujo en Europa el Derecho romano, que permitía
unificar una parte de las normas en un cuerpo común.
Los señores (la nobleza) también se
beneficiaron con la introducción del Derecho romano. En la
Edad Media, la nobleza podía explotar sus
tierras, pero los reyes o los nobles más poderosos podían interferir en esas
propiedades. El Derecho romano, que ponía un gran énfasis en la propiedad privada y absoluta, terminó con estas
intromisiones, y los nobles pudieron disponer de sus tierras por completo.
El monarca, la nobleza y burguesía
La nobleza, sin embargo, ansiosa de
mantener sus privilegios, se opuso en muchas ocasiones a la política
absolutista.
La oposición entre nobleza y burguesía más bien resulta provechosa a
los reyes. El poder real tiene que recurrir a menudo a los burgueses para
resolver la situación de sus finanzas. El
monarca entonces buscó el apoyo de la burguesía en su lucha contra los nobles,
con el fin de asegurar su posición y afianzar su centralismo. En compensación,
el monarca los protege de la nobleza y al mismo tiempo les confiere, a ciertos
burgueses, el rango de nobles (que es la meta de sus ambiciones, transformarse
en una suerte de “nueva nobleza”),
pero estos nuevos nobles no consiguen fundirse con la antigua nobleza hasta después de algunas generaciones
y dedicando a algunos de sus hijos al oficio de las armas y a construir, con
aquella, alianzas matrimoniales. Los burgueses, mientras tanto, se mantienen
apegados a sus intereses económicos y se muestran adictos al rey, a quién deben
su elevación al segundo orden (social -la nobleza-) y continúan
proporcionándole a la burocracia estatal funcionarios. Por su parte, la nobleza
apenas puede defenderse de la burguesía a no ser por el favor real; como
continúa llevando un tren de vida sumamente costoso y en el lujo, tiene que
solicitar del rey cargos, puestos de mando militares, obispados y abadías, incluso
pensiones.
En este mismo plano de intereses
complementarios entre monarquía y algunos sectores de la burguesía, el rey
favoreció el desarrollo de la industria nacional y del comercio, según lo
expuesto en la doctrina económica de la época: el mercantilismo, que sostenía que la riqueza de un país consistía en
la cantidad de oro y plata que tuviese acumulada.
Carlos V, la lucha por la hegemonía europea
Carlos I, que con el nombre de Carlos V
también poseía la corona del Sacro Imperio Romano Germánico, gobernaba España y
sus posesiones americanas, Austria, los Países Bajos, gran parte de Italia y
varias plazas fuertes en el norte de África. Sus dominios eran tan extensos que
se decía que sobre su Imperio “nunca se ponía el sol”.
Con todo, no logró concretar su sueño:
consolidar un imperio que unificara toda Europa bajo una misma dinastía - los Habsburgo- y una misma religión, -la católica-.
En efecto, el territorio francés fue defendido con éxito por su rey Francisco I, quien durante un tiempo, también
logró proteger sus posesiones en el norte de Italia. Carlos V tampoco pudo
doblegar a su rival más formidable: el Imperio
turco otomano. Luego de haber conquistado Constantinopla en 1453, los
turcos habían avanzado sobre los Montes Balcanes y sólo se los había podido
detener ante las murallas de la ciudad de Viena. Al mismo tiempo, sus naves
saqueaban las costas del mar Mediterráneo.
Poco antes de su muerte, Carlos V dividió
su patrimonio y otorgó a su hermano Fernando la corona Imperial alemana y
Austria, mientras que su hijo Felipe obtuvo el título de rey de España y las
demás posesiones de su padre.
El emperador Carlos V en Mühlberg por Tiziano
Felipe II: apogeo y declive
Bajo el reinado de Felipe II, el Imperio
español conoció su mayor esplendor y también los inicios de su decadencia. El
nuevo monarca dejó de trasladarse con su corte itinerante y se estableció en un
lugar fijo, desde el cual atendía los asuntos del gobierno. Para eso, Felipe
hizo construir un palacio y monasterio en San
Lorenzo de El Escorial, en las afueras de Madrid.
Palacio y monasterio en San Lorenzo de El Escorial, en las afueras de Madrid.
Con las inmensas riquezas minerales que
los españoles obtuvieron de América, el rey pudo mantener un poderoso ejército
con el que resolvió las disputas con Francia y consolidó sus dominios en
Italia. La derrota que infligió a los turcos en la batalla de Lepanto (1571) le permitió controlar al Mediterráneo.
En España derrotó la sublevación de Aragón, que reclamaba la vigencia de sus
derechos autónomos. También fue coronado rey de Portugal y sus extensas
colonias (1580). De esta manera, unificó
la península Ibérica.
Pero no todos fueron éxitos. Durante su
reinado también aparecieron nuevos
rivales. Por un lado, una sublevación en los Países Bajos concluyó, luego
de largos años de enfrentamientos, con la independencia de su zona norte (a la
que popularmente se conoce como Holanda).
Por otro lado, Inglaterra, que
armaba y alentaba a sus corsarios[1]
para que atacaran a las flotas españolas que transportaban los cargamentos de
plata que venían de América. Para eliminar este problema, en 1588 Felipe II
decidió invadir Inglaterra, para lo cual organizó una poderosa armada compuesta
de 130 naves. Pese a ser conocida con el nombre de Armada Invencible, fue casi completamente destruida por las
tormentas y las naves inglesas, que eran más ligeras y ágiles que las
españolas.
Luego de la muerte de Felipe II y del
ascenso al trono de Felipe III (1578-1621), comenzó el período de decadencia de
España en el continente europeo.
La Reforma protestante
Se denomina Reforma a una profunda crisis
producida dentro del cristianismo occidental a principios del siglo XVI
(dieciséis). La situación interna de la Iglesia, las críticas de los humanistas
Y las nuevas
concepciones de la época contribuyeron a esta crisis, así como también
intereses políticos y económicos. Dentro mismo del cristianismo -y en las
mismas filas de la Iglesia Católica-
se habían criticado duramente algunas manifestaciones alejadas del sentido
religioso: compra de cargos eclesiásticos, la vida fastuosa de muchos miembros
de las altas jerarquías eclesiásticas que habían accedido a esas posiciones sin
verdadera vocación, la conducta de papas como Inocencio VIII, Alejandro VI y
Julio II[2], conductas que multiplicaron las denuncias de
corrupción en la Iglesia. Al
iniciar el estudio y la crítica de los textos bíblicos, los humanistas
aportaron nuevos elementos al proceso. Fue un monje de la orden Agustina,
nacido en Alemania, quién inició el movimiento reformista en el Sacro Imperio. Martín Lutero (1483-1546) se pronunció
contra la Iglesia Católica
a la que consideró ligada a la naturaleza e infiel a su misión. Criticó su
ritual, las absoluciones precipitadas, la lengua (latín) en la que se distaba
la misa que nadie comprendía, la tolerancia ante el lujo, la vida cortesana de
parte de su jerarquía, etc.
En 1517, a raíz de la venta de indulgencias[3]
(otorgadas por el Papa León X para sostener las obras de la basílica de San
Pedro, en Roma), tras pronunciarse en “Las
95 tesis”[4],
Lutero inicia un proceso de ruptura con la Iglesia Católica.
En el fondo de la crítica a la venta de
indulgencias, subyacía un tema de carácter doctrinario, para Lutero, las buenas
obras son inútiles y sólo tienen valor los méritos de Jesucristo. Únicamente
por la fe en Cristo, el pecador logra salvarse, a esta postura se la denomina
“Justificación de la fe”. De este modo la doctrina de Lutero es una suerte de
mutilación del dogma católico.
Cuando se le exigió que se retractara,
sostuvo que el cristiano es libre para interpretar la Biblia, según él, la Biblia, interpretada de
acuerdo con el criterio de cada uno es la única autoridad y norma de fe; rechazó la infalibilidad del Papa y la
autoridad de los concilios.
Mediante una bula[5],
el Papa León X excomulgó[6]
a Lutero (3 de enero de 1521) y a todos aquellos que siguieran sus doctrinas.
En 1521, el emperador Carlos V, en la Dieta (imperial)[7]
de Worms, trató de que renunciara a
su actitud. Como se negó fue condenado a la hoguera por considerárselo hereje[8].
Sin embargo, Lutero contó con la protección del elector[9]
de Sajonia y de otros príncipes alemanes[10]
pudiendo hallar refugio en sus dominios. En territorios alemanes Lutero tradujo
la Biblia al
alemán moderno, y estableció la organización de la nueva iglesia disidente.
A Lutero y a otros líderes de este
movimiento critico respecto del catolicismo y que clamó por modificaciones en la Iglesia se los llamó reformadores, y a sus seguidores, protestantes.
La doctrina luterana:
·
Justificación de la fe: la
salvación del alma no depende de la confesión ante el sacerdote, las buenas
obras o la donación de dinero. Sólo se salvará aquel que posea un profundo y
verdadero sentimiento religioso, es decir, el que tenga fe.
·
Sacerdocio universal: frente al
desprestigio de los sacerdotes que, en muchos casos, descuidaban sus tareas
para llevar una vida mundana, surgió la idea de que “todos somos sacerdotes”,
es decir que no es necesaria la existencia de personas que actúen como
mediadoras entre los hombres y Dios.
·
Libre interpretación de la Biblia: el Papa afirmaba
que él era el único autorizado para interpretar las sagradas escrituras. Frene
a esto, se afirmaba que cada creyente podía leer la Biblia e interpretarla
según su criterio. Entre otras cosas, eso fue posible porque en el siglo XVI
(dieciséis) la Biblia
ya había sido traducida del latín a las lenguas vulgares; más gente sabía leer
y escribir; y por la invención de la imprenta, que permitió imprimir miles de
Biblias (que antes se copiaban a mano y, por lo tanto eran muy escasas).
La expansión de la Reforma y sus límites
Tras la conmoción que produjeron las ideas de Lutero, se difundieron
diversas interpretaciones de la fe cristiana por casi toda Europa. Una de
nuevas doctrinas fue el calvinismo,
que se desarrolló en Ginebra a partir de las ideas de Juan Calvino (1509-1564). Otra, de naturaleza diferente -ya que fue
promovida por la propia monarquía-, fue el anglicanismo,
que se convirtió en religión oficial de todo el territorio inglés[11].
Esta pluralidad de interpretaciones sobre
la fe no fue respetada por los grandes reformadores. Tanto Lutero como Calvino
condenaron y persiguieron a algunos grupos de protestantes que tenían ideas
diferentes de las de ellos. Uno de estos grupos era el de los anabaptistas, quienes consideraban que,
si todos los seres humanos eran iguales ante Dios, también deberían serlo en la Tierra. De este modo, los
anabaptistas proponían la igualdad
social y política entre todas las personas. Paradójicamente, Lutero y
Calvino, que frente al catolicismo habían afirmado que no existía una sola
interpretación de la fe, ante otras creencias sostenían que la única
interpretación correcta de la religión era la que ellos hacían.
El catolicismo reformado: la Contrarreforma
La reforma produjo el debilitamiento de la fuerza política y religiosa
de la Iglesia Católica,
cuyo poder quedó relegado a Italia, España y algunas regiones de Alemania.
Para frenar el avance del protestantismo, pero
también para reformar la
Iglesia desde adentro, el Papado convocó al Concilio[12]
de Trento (1545-1563). Allí se sentaron las bases de la Contrarreforma o
Reforma Católica: se ratificaron las
bases dogmáticas del catolicismo, se restableció la disciplina entre los
clérigos, se reforzó la autoridad papal y se emprendió una agresiva labor de catequesis.
En esta tarea tuvieron gran importancia el
Tribunal de la Inquisición,
encargado de perseguir y castigar a los herejes, y una nueva orden religiosa
creada por Ignacio de Loyola: la
Compañía de Jesús[13].
La obra de los jesuitas se plasmó con una amplia labor educativa tanto en
Europa como en América, donde establecieron sus famosas misiones.
El rey de España Felipe II fue el
principal defensor de la
Contrarreforma, ya que se lanzó a la guerra para conquistar
los territorios ganados por el protestantismo.
El absolutismo en Francia
Mientras que en el siglo XVII España, la
principal potencia europea del siglo anterior, entraba en una etapa de larga e
inexorable decadencia política y económica, Francia conoció su esplendor bajo
los reinados de Luis XIII (1610-1643) y Luis XIV (1643-1715), ambos de la
dinastía de los Borbones.
Luis
XIII accedió al trono de Francia en 1610, luego del asesinato de su padre,
Enrique IV. Pero quien realmente gobernó fue su primer ministro el cardenal-duque de Richelieu [14](1585-1646).
Para ejercer un control más estrecho y neutralizar los poderes locales, el
ministro impuso un sistema de intendentes, que estaban al frente de las
provincias y dependían directamente del rey. A diferencia de los nobles, que
contaban con grandes extensiones de tierras e incluso con ejércitos de hombres
armados que respondían a sus órdenes, los nuevos funcionarios -sabían que su
continuidad en el cargo estaba ligada a su fidelidad al rey.
Esto no significa que los puestos en la administración
real fueran ocupados por las personas más capaces y eficientes. Con frecuencia,
se recurrió a la venta de cargos públicos con el objetivo de obtener ingresos
para un Estado cuyos gastos cada vez eran mayores. Para los ricos burgueses que
compraban los cargos, la ventaja consistía tanto en el prestigio social como en
los beneficios económicos que esperaban
obtener mediante su ejercicio. Consolidar el Estado significaba neutralizar
otros poderes que rivalizaban con él. Por eso, Richelieu limitó las libertades
de los nobles y los obligó a someterse a la autoridad del rey con la imposición
de severos castigos a quienes se atrevieran a alzarse en su contra. Esta
política logró, en efecto, afianzar el poder real, pero también generó agrios
resentimientos entre nobles.
El gobierno de Luis XIV, el “rey-sol”
Tras la muerte de Luis XIII, el trono fue
ocupado por su hijo Luis XIV, quien
tenía solo cinco años. La nobleza, que no se resignaba a perder su poder,
aprovechó la debilidad del rey-niño para organizar una rebelión conocida como la
Fronda (1648-1653). Esta revuelta finalmente fue
sofocada, por lo que la autoridad monárquica quedó ampliamente reestablecida.
Al llegar a la mayoría de edad, Luis XIV
resolvió no delegar sus funciones en los ministros y tomó en sus propias manos las riendas del
poder. Para evitar que nuevas rebeliones nobiliarias estallasen en el futuro,
el rey practicó una política de seducción
y domesticación de la nobleza. En el Palacio
de Versalles, al lado del rey, la aristocracia llevaba una vida volcada al
juego, el ocio y la intriga. Sus cuantiosos gastos se pagaban con generosas
pensiones que recibían del Estado, pero a cambio de estas ventajas perdieron el
control directo de sus tierras y su autonomía política y militar.
Los avances del poder del Estado logrado
por Luis XIV sufrieron un retroceso parcial con la llegada al trono de Luis XV (1715-1774). Durante se
reinado, los nobles franceses reavivaron sus protestas e intentaron recuperar
parte del poder perdido.
El mercantilismo
El mercantilismo fue la política económica practicada por la mayoría de
los Estados europeos en la época del absolutismo. El ideal de la época era:
vender a otros países lo más posible) lo que significaba un ingreso de dinero)
y comprarles lo menos posible (lo cual evitaba una salida de dinero), para así
impedir que la riqueza del propio Estado quedase en manos extranjeras.
Los mercantilistas partían de un supuesto:
que en el mundo existía una cantidad limitada de riqueza cuya principal fuente
eran los metales preciosos: oro y
plata. Por lo tanto, el Estado más rico sería aquel que lograse acumular la
mayor cantidad posible de oro y plata, aun a costa de arrebatárselos a otros. A
partir de esta concepción estática de la riqueza, los Estados absolutistas
lucharon por apoderarse de ella y, para lograrlo, con frecuencia recurrieron a
la guerra.
Allí donde se aplicaron las políticas
mercantilistas, el Estado participaba
activamente en la producción y reglamentación de las actividades económicas
e incluso creaba y dirigía algunas manufacturas, como la de los gobelinos[15]
en Francia y la tapicería y cristalería en España.
La decadencia del absolutismo
El absolutismo entró en decadencia cuando su orden basado en la
arbitrariedad política, la intolerancia religiosa, el mantenimiento de
privilegios sociales y las restricciones económicas se volvió insoportable para
grandes sectores de la población (en particular para la burguesía y para el
campesinado). Entonces, al tiempo que se difundían las ideas de la Ilustración
que propiciaban la instauración de un orden social y político inspirado en la razón , fundado en la igualdad de las
personas, la libertad de culto y de comercio y la limitación del poder de los
gobernantes, los reyes perdieron su prestigio de antaño. Comenzaron así a
producirse levantamientos populares que finalmente derivaron en las llamadas
revoluciones burguesas o revoluciones liberales, serie exitosa de movimientos
políticos de grandes dimensiones, profundamente cuestionadores del régimen
absolutista (o Antiguo Régimen), liderados por la burguesía -deseosa tanto de
quebrar las trabas al comercio que obstaculizaban su progreso como de asegurar
el respeto por ciertos derechos individuales-, pero también protagonizados por
amplios grupos sociales igualmente oprimidos.
Trabajo Práctico
Nº 25 de Historia y Geografía del 2do Ciclo
Tema: Independencia de los Países Bajos y nuevas
formas de producir y comerciar
Isabel I de Inglaterra y el dominio de los mares
La reforma religiosa y la centralización del poder se consolidaron en
Inglaterra durante el reinado de Isabel I (1533-1603), hija del matrimonio de
Enrique VIII con Ana Bolena.
Isabel siguió la política de su padre en
cuanto a la centralización de la autoridad. Combatió ferozmente a los
católicos, en una lucha en la que no dudó en ejecutar a su prima, María
Estuardo, reina de Escocia.
Paralelamente, se alió con la Gentry, un sector moderno y
más bien reciente de los terratenientes que se había beneficiado con la venta
de bienes eclesiásticos y habían adquirido tierras. Con ese respaldo, la reina
luchó contra la alta nobleza, permitiendo a la Gentry acceder al
Parlamento y otorgándole un importante poder local en los distritos donde ella
poseía tierras, con el fin de contrarrestar el poder de la vieja nobleza.
La política emprendida por Isabel también
modificó el lugar de Inglaterra en el escenario internacional: luego de la
victoria sobre la Armada Invencible,
dejó de ser una nación de segunda línea para convertirse en una potencia mundial que comenzaba a
dominar los mares.
La rebelión holandesa
Los Países Bajos[16],
que ocupaban los actuales territorios de Bélgica y Holanda, se encontraban bajo
control de los Habsburgo desde las
últimas décadas del siglo XV (quince). Mientras que las provincias del sur eran
predominantemente católicas, en algunas de las provincias del norte se habían
expandido variantes del protestantismo[17],
que conformaban la religión mayoritaria desde 1560. Sin embargo, los Habsburgo imponían la práctica del
catolicismo en todos sus territorios.
Al mismo tiempo, los Países Bajos se
estaban transformando, gracias al comercio, en una de las regiones más ricas de
Europa. Por esta razón los Habsburgo establecieron allí cuantiosos impuestos
para financiar sus guerras en otras partes del continente. Esta situación fue
creando un clima de descontento entre los protestantes. Éstos comenzaron a
hacer más agudas sus críticas al dominio de la Corona española y al
catolicismo impuesto por ella. Reclamaban que se reconocieran sus libertades y
sus derechos, y que se estableciera la tolerancia religiosa.
Esta situación se prolongó durante muchos
años. Hacia mediados del siglo XVI (dieciséis), Felipe II, el hijo de Carlos V,
heredó el trono. Como era habitual entre los monarcas absolutistas, el rey
español impuso con más fuerza la autoridad de la Corona y el celo religioso
en sus territorios, reprimió a los protestantes y negó atribuciones a los
poderes locales. Los sectores más influyentes y poderosos de los Países Bajos
comenzaron a sentirse desplazados, ya que la autoridad del soberano, que
residía a cientos de kilómetros, debía ser aceptada como si estuviera en su
propia tierra. En las ciudades del norte, la furia popular se desató contra la Iglesia Católica, hasta que en
1566 se produjeron los primeros conflictos armados.
Felipe II envió al duque de Alba[18],
al mando de un importante ejército, para que controlara la situación, Durante
los seis años de su gobierno en los Países Bajos, Alba aprisionó y ejecutó
alrededor de 18 mil rebeldes[19],
al tiempo que impuso con mayor fuerza el catolicismo y creó nuevos impuestos.
Esta política acrecentó el odio de los habitantes locales a la tiranía
española. Por eso, las provincias del norte, que comenzaron a ser conocidas
como República Holandesa, se unieron
al mando de Guillermo de Nassau,
príncipe de Orange (a la cabeza de un ejército reclutado con ayuda de
franceses, alemanes e ingleses). Durante décadas, resistieron los intentos
españoles por volver a ocuparlas.
Posteriormente, este nuevo país, que había
nacido de la resistencia al absolutismo español, se enfrentó con las otras dos
grandes potencias de Europa occidental en el siglo XVII: Francia e Inglaterra,
justamente las dos potencias que le habían ayudado a quitarse de encima la
dominación española.
Las
nuevas formas de producir
En el contexto de la expansión europea y
de las monarquías absolutas, los adelantos y avances técnicos y científicos se
habían convertido en una clave para alcanzar el crecimiento económico: al
inventarse métodos de producir más rápidos y eficaces, con la misma cantidad de
trabajo se podían fabricar más mercancías, abaratándose su precio y facilitando
su consumo.
Mientras España y Portugal se habían lanzado
a la exploración y conquista de nuevas tierras más allá de sus fronteras, otros
reinos europeos decidieron buscar nuevas soluciones para mejorar sus
estructuras económicas. Es el caso de Inglaterra,
uno de los primeros países que logró una producción de mercancías más barata.
De esta forma, lograba intercambiar productos elaborados con mayor rapidez y
eficiencia por otros que en los otros países requerían mucho más tiempo y
trabajo, logrando importantes beneficios económicos que la convertiría en la potencia
europea más rica de la época.
El trabajo rural a domicilio.
En la Edad Media
existían dos tipos de manufacturas: las
que fabricaban los campesinos para uso propio y las que se producían en las
ciudades, destinadas al comercio. Durante la crisis del siglo XIV, el aumento
de los salarios urbanos impulsó a algunos comerciantes a trasladar al campo una
parte del proceso de fabricación de ciertos productos (sobre todo, textiles). El aumento de la producción ganadera,
especialmente ovina, favoreció el desarrollo de otras actividades durante el
siglo XV. A partir del siglo XVI, esta producción adquirió nuevas formas con el
llamado trabajo rural a domicilio[20].
Se trataba de un sistema de producción de
manufacturas en el que un comerciante de la ciudad compraba la materia prima y
la distribuía entre distintas familias para que la transformaran en artículos
terminados. Por ejemplo, el comerciante compraba lana en el mercado y la
entregaba a distintas familias aldeanas
para que la hilaran. Pasado un tiempo acordado entre el comerciante y los
campesinos, el comerciante retiraba el hilo de las casas campesinas y pagaba el
trabajo realizado. Luego, el comerciante distribuía el hilo entre otras
familias para que tejieran. Cuando retiraba el tejido, el comerciante se
dirigía a varias ciudades para venderlo.
En este sistema, los campesinos tenían Las
herramientas (ruecas para hilar,
telares y agujas, etc.) y los comerciantes contaban con el capital (compraban la materia prima y el trabajo realizado para
después comercializarlo). Los
comerciantes decidían cuánto trabajo encargaban y el precio que pagaban por él,
pero eran los campesinos quines controlaban los tiempos y la calidad del
trabajo.
Durante los siglos XVI y XVII, el trabajo
rural a domicilio aumentó y se diversificó. Por medio de este sistema se
producían, además de textiles,
utensilios de hierro, calzados, cerámicas y vidrios, entre otros productos.
Además, a la fabricación de telas se sumó el estampado y la confección de ropa
Productos y costos de la industria rural a domicilio
El sistema de trabajo rural a domicilio
tenía varias diferencias respectos de la producción artesanal que se practicaba
en las ciudades desde la época de la
sociedad feudal. En las ciudades, los gremios (es decir, las asociaciones que
reunían a los maestros y artesanos de cada actividad) establecían para las
manufacturas reglamentaciones de calidad, precios y salarios y cuidaban su
estricto cumplimiento. Estas normas no se aplicaban en la producción encargada
a las familias campesinas, ya que estas familias no pertenecían a gremios
artesanales y estaban al margen de sus
beneficios y obligaciones.
Como la mano de obra para la industrial
rural estaba formada por campesinos que complementaban sus ingresos con la
actividad industrial, los salarios
que se pagaban eran menores a los salarios abonados en las zonas urbanas.
La calidad
de los productos realizados en la industria rural era menor, ya que no estaban
destinados a un consumo de lujo, sino a un consumo medio (urbano y rural). Por
lo tanto, los precios de estos
artículos eran también menores.
Trabajadores y
consumidores
El aumento de la industria rural a
domicilio en el siglo XVII hizo que paulatinamente los campesinos dejaran de
autoabastecerse. Como vieron antes, los campesinos no sólo se dedicaban a
tareas agrícolas, sino también a la fabricación de todo aquello que
necesitaban. Sin embargo, al dedicarse además a la producción de manufacturas a domicilio, los
campesinos ya no disponían del tiempo para fabricar sus herramientas y
vestidos, que ahora debían comprar.
Fue por eso que en el siglo XVII los
campesinos se vincularon de una manera nueva con el mercado, ya no solo como
vendedores (como antes), sino también como compradores
de productos manufacturados en el sistema de industria rural a domicilio.
Mercados regionales
Con el desarrollo de la industria
rural a domicilio, las distintas
regiones se especializaron en un tipo de producto cada una. Por ejemplo, los
alrededores de Sheffield (Inglaterra) eran una zona especializada en la
metalurgia y la manufactura de utensilios de hierro como clavos, cuchillos y cacerolas. La región
de Dresde (Alemania) se dedicó a la producción de cerámicas, y en lo que hoy es
Suiza, varias aldeas se especializaron en la fabricación de relojes. Esta
especialización regional favoreció el desarrollo de un nuevo comercio, dedicado
a artículos de consumo baratos para las ciudades y algunos campesinos. Además,
el descenso del precio de los cereales y los precios relativamente bajos de los
productos realizados en la industria rural, hicieron que aumentara el mercado
de consumo de productos más económicos.
El nuevo comercio.
Los cambios en la economía europea se
vincularon estrechamente a las nuevas formas de intercambio con Asia, África y
América. La incorporación de un nuevo continente al comercio mundial permitió a
Europa recibir metales preciosos, nuevos productos para consumir y
comercializar y vincular de manera novedosa los cuatro continentes. Esta nueva
forma de comercializar se llamó triangular.
Nuevos mercados, nuevos productos
La conquista de América incorporó un nuevo
continente al comercio interoceánico. Productos desconocidos en Europa, como el
cacao, el tabaco y la vainilla,
entre otros, lentamente comenzaron a llegar al viejo continente a medida que
avanzaron la exploración y la colonización.
Muchos de estos artículos se sumaron al consumo europeo y al tráfico
comercial. A su vez, los colonizadores introdujeron en América plantaciones de caña de azúcar y, más tarde,
de café, cuya producción estaba destinada principalmente al mercado
europeo.
Esos productos de la América colonial, junto
con los metales preciosos, llegaban a Europa regularmente. En sentido
contrario, las colonias americanas importaban todo tipo de manufacturas: textiles, herramientas y utensilios de hierro, vino y
artículos de lujo, entre muchos otros.
Los mercados de Europa también demandaban
importaciones provenientes de Asia, como telas de seda (chinas) y de algodón
(indias), el té y las especias. Comerciantes europeos se dedicaban a
comprarlos en Asia y venderlos en Europa.
Los mercados asiáticos, en este período, no adquirían
manufacturas europeas, y al principio los mercaderes europeos solo actuaban
como compradores. Pero pronto comenzaron a participar también en el comercio entre distintas zonas de Asia,
como intermediarios. Por ejemplo, en China vendían canela, pimienta y otras
especies provenientes de la
India y de las Islas Molucas. Esto fue posible por dos vías:
la conquista de las colonias en Asia (Filipinas, por ejemplo) y el establecimiento de puertos y ciudades
mercantiles por parte de los europeos.
En África, los europeos se dedicaban a la
explotación de minas de metales preciosos, que se extraían y se
llevaban a Europa. Pero desde el siglo XVI, el principal tráfico proveniente de
África fue el de los esclavos, que
eran vendidos en América.
El
comercio triangular inglés
A partir del siglo XVII (diecisiete), el
intercambio entre África, América y Europa adoptó una forma que se conoce como
comercio triangular. Los barcos, europeos, especialmente ingleses, partían
cargados de textiles y herramientas (producidas mediante el sistema de trabajo
domiciliario), armas y bebidas alcohólicas, y se dirigían a África. Allí
entregaban parte de su carga (especialmente armen y bebidas) a los jefes de
comunidades locales, a cambio de esclavos. El barco se dirigía entonces a
América, hacia el Caribe, o el sur de los actuales Estados Unidos, donde
vendían los esclavos, los textiles y las herramientas a los dueños de las
plantaciones,. Con la nave cargada de los productos de las plantaciones
(azúcar, tabaco o cacao, por ejemplo), el mercader volvía entonces a Europa,
donde vendía los artículos procedentes de América.
Este comercio era muy beneficioso para los
mercaderes europeos y vinculaba distintas formas de producción, en diferentes
lugares: el trabajo esclavo en las plantaciones americanas y la industria rural
a domicilio europea.
Trabajo Práctico
Nº 26 de Historia y Geografía del 2do Ciclo
Tema: Las revoluciones atlánticas
Durante los siglos XVII (diecisiete) y
XVIII (dieciocho), la burguesía, junto con otros sectores socales, cuestionó
las bases sobre las que se sustentaban las monarquías europeas del Antiguo
Régimen. Sus acciones desencadenaron revoluciones que modificaron el orden
político, económico y social en el Viejo y el Nuevo Mundo.
Las revoluciones en Europa y América
Desde mediados del siglo XVII
(diecisiete), varias revoluciones sacudieron el orden monárquico consolidado
durante la etapa moderna. En Inglaterra, ese proceso significó pasar de una monarquía absoluta a un gobierno republicano, que finalmente
dio paso a una monarquía parlamentaria.
En los Estados Unidos de Norteamérica, implicó una ruptura del vínculo colonial con la metrópoli y la instauración de
una república, caracterizada por la división de poderes y la adhesión a los
principios del liberalismo. Finalmente, en Francia, el proceso revolucionario
estableció, sucesivamente, una monarquía
constitucional, una república y,
por último, un imperio expansivo.
La burguesía, un sector amplio que incluye
a varios grupos sociales diferentes, participó activamente en todos estos
acontecimientos, impulsó cambios políticos, económicos y sociales favorables a
sus heterogéneos intereses y contrarios a los de la aristocracia.
Los procesos revolucionarios ocurridos
respectivamente en Inglaterra, Los Estados Unidos y Francia sentaron las bases
para el desarrollo del nuevo mundo. En particular en Francia, la lucha contra
la sociedad jerárquica y estamental del Antiguo Régimen se libró en nombre de
las ideas de libertad e igualdad de las personas, tal como
habían sido formuladas por el pensamiento de la Ilustración.
La Revolución inglesa (1642-1688)
A la muerte de la reina Isabel de Inglaterra[21],
le sucede al trono Jacobo VI (sexto) de Escocia, hijo de María Estuardo y
bisnieto de Enrique VII (séptimo) iniciando la dinastía Estuardo en la Corona Inglesa. Para asegurarse
la Corona
inglesa debió adjurar del catolicismo y abrazar la religión protestante; reinó
Inglaterra con el nombre de Jacobo I
(1603-1625). Partidario del derecho divino de los reyes, Jacobo intentó
erigirse como monarca absoluto, pero
la oposición del Parlamento, donde los puritanos ejercían una notable
influencia, no se lo permitió. Cuando el Parlamento se negó a sancionar los
excesivos privilegios que pretendía, el Rey, no vaciló en disolverlo.
Hacia el final de su reinado propicio una
política de acercamiento a Francia y España (ambas fuetes monarquías absolutas)
tornándose impopular; al mismo tiempo, las pretensiones absolutistas del Rey
hicieron que sus súbditos revalorizaran las libertades amenazadas.
Hijo
de Jacobo I, y Rey a los 25 años, Carlos
I - de Inglaterra- (1625-1649), intentó la continuación de la política
absolutista paterna. Su gobierno fue un calco del de su padre: persecución de
puritanos, disolución del Parlamento, empréstitos forzosos. En 1629, Carlos I,
molesto por las constantes críticas que recibía del Parlamento, decidió
disolverlo y gobernar solo. Esta decisión produjo un gran malestar entre los
miembros del Parlamento, muchos de los cuales eran ciudadanos con poder e
influencias.
En
1640 el Rey necesitaba fondos que sólo el Parlamento podía asegurarle, y debió
convocarlo para que se reuniera nuevamente. Pero, en lugar de otorgar los
fondos requeridos, los parlamentarios plantearon al Rey importantes exigencias: reclamaron como funciones
propias e inviolables del Parlamento nombrar a los funcionarios más
importantes, controlar el Ejército y fijar los impuestos. Al mismo tiempo, le
negaron al Rey autoridad para disolver el Parlamento. Ante esas exigencias, que
consideraba inaceptables, Carlos I abandonó la capital y comenzó a reunir un
ejército. El Parlamento, liderado por Oliver
Cromwell (1599-1658), respondió reuniendo otro. Tras algunas negociaciones
fallidas, ambos ejércitos se enfrentaron en sangrientas batallas, de las que salieron
victoriosos los parlamentarios: apresaron al Rey, lo enjuiciaron, lo
encontraron culpable de traición a su pueblo y, en 1649, lo ejecutaron.
La monarquía fue abolida, se instauró una república y Oliver Cromwell fue
designado Lord Protector de Inglaterra. Pero, la muerte prematura del líder
republicano en 1658 provocó una inestabilidad que solo logró superarse con el
regreso de la monarquía, a partir de
1660.
La revolución Gloriosa
Con el ascenso al trono de Carlos II, el Parlamento logró tener
poder de decisión en la elaboración de las leyes y en la sanción de loas
impuestos, Sin embargo, la llegada al poder de Jacobo II desestabilizó el equilibrio alcanzado, pues el nuevo
monarca se inclinó por un gobierno absolutista. Los nobles, los burgueses y la
población en general se opusieron a este tipo de gobierno.
En 1688, algunos integrantes de los dos
primeros grupos (nobles y burgueses), expulsaron de Inglaterra al Rey, sin
encontrar demasiadas resistencias, y ofrecieron la corona a Guillermo III de Orange, príncipe
protestante holandés. El nuevo monarca se comprometió a reconocer el poder del
Parlamento y ciertas garantías individuales, lo que en la práctica significaba
la limitación de su propio poder. De este modo, este proceso - que fue conocido como Revolución Gloriosa-
instauró una monarquía parlamentaria
en Inglaterra.
Consecuencias de la experiencia republicana inglesa
La revolución inglesa se suele
caracterizar como una revolución
burguesa. Se la considera como tal, porque en largo plazo, las políticas
que adoptó el gobierno resultante de la Revolución favorecieron los intereses de la
burguesía: desarrollar sus industrias y sus actividades comerciales, y aumentar
su riqueza. El gobierno de Cromwell suprimió viejas normas feudales, que
permitían a la Corona
y a los nobles, adueñarse temporariamente de propiedades ajenas. La situación
anterior desalentaba la inversión en el campo, ya que, como no tenían seguridad
de lo que podría pasar con sus tierras, muchos propietarios preferían no gastar
dinero en mejoras. En cambio, cuando tuvieron la seguridad de que nadie,
excepto ellos mismos, podrían tomar decisiones sobre sus tierras, los
propietarios comenzaron a hacer inversiones, que con el tiempo, dieron sus
frutos y aumentaron notablemente la producción agropecuaria de Inglaterra.
Antes de la Revolución, los
mercaderes ingleses no contaban con apoyo del gobierno para sus empresas
comerciales de ultramar, por lo que exportar los productos ingleses a otros
mercados resultaba muy riesgoso. Los piratas y los barcos de países enemigos
podían asaltar las desprotegidas embarcaciones inglesas con facilidad. Luego de
la Revolución,
esto cambió radicalmente. El gobierno de Cromwell inició una campaña de
protección de los barcos y los mercaderes ingleses. La Marina inglesa fue la más
poderosa del mundo, y los mercaderes ingleses pudieron vender sus productos en
muchos países a los que antes no podían acceder.
La revolución provocó cambios en
Inglaterra. Aunque la monarquía fue restaurada en 1660, ya nunca más los reyes
ingleses pudieron gobernar sin tener en cuenta los intereses de los sectores
más poderosos e influyente de la sociedad, representados por el Parlamento.
Estos grupos se aseguraron de que las políticas del Estado inglés los
beneficiaran. De esta forma, Inglaterra fue el primer país que dispuso medidas
para favorecer las nuevas formas de producir riqueza asociadas al comercio y la
producción capitalista.
Trabajo Práctico
Nº 27 de Historia y Geografía del 2do Ciclo
Tema: El
origen del capitalismo
Durante la
Edad Media, la mayor parte de la población
europea vivía en el campo y trabajaba la tierra. Los campesinos obtenían, con
su trabajo y sus herramientas, los medios de subsistencia, y eran obligados a
entregar a los señores feudales lo que producían de más (es decir, lo que no
necesitaban para subsistir).
A partir del siglo XVI, en
las regiones más avanzadas de Europa, se desarrolló un lento proceso que
modificó esta forma de organización de la sociedad. En Inglaterra, algunos
propietarios de tierras buscaron aumentar los beneficios y decidieron cercar
sus terrenos, privando a los campesinos de tierras que antes eran de uso común
(como por ejemplo, los bosques) y dificultando su supervivencia. Comenzaron a
alquilar sus tierras o a contratar a trabajadores para que las trabajen. Ese
fue el comienzo del capitalismo.
Los campesinos ya no eran
dueños de la tierra, ni de las herramientas para trabajarla, ni de las materias primas con las que obtenían
sus medios de subsistencia. Por ello, vendían
su capacidad de trabajar a quienes poseían esos elementos, a cambio, de un salario.
Finalmente, el excedente (es
decir, aquello que no se necesita para subsistir) se transformaba en ganancia
de quienes les suministraban las herramientas necesarias para la producción.
Así, una nueva forma de
organización de la producción hace surgir a dos grupos fundamentales: los
propietarios y los trabajadores.
Primera fase de la Revolución Industrial
A mediados del siglo XVIII (dieciocho),
Inglaterra era el país mejor preparado de Europa para iniciar el proceso de
desarrollo capitalista y para llevar a cabo un fundamental cambio tecnológico y
económico que hoy conocemos como Revolución
Industrial.
En primer lugar, los
propietarios rurales ingleses modificaron la forma de producción en sus
tierras. Al cercar sus tierras e introducir la novedad del trabajo a cambio de
un salario, multiplicaron sus ganancias. Esto llevó a que muchos campesinos que
se habían quedado sin tierras, debieran trasladarse a las ciudades en busca de
trabajo.
En segundo lugar, la
población del país había aumentado en los años anteriores. En consecuencia,
había mayores necesidades abastecimiento, alimentación, vestimenta, etc. Esta
demanda funcionaba como un incentivo para aumentar la producción.
En tercer lugar, Inglaterra
dominaba el comercio internacional, ya que controlaba la mayoría de los
mercados que la expansión colonial europea
había abierto en América, Asia y África. Esta posición le daba acceso a
materias primas que se producían en las colonias y que no existían o eran caras
en su país; por ejemplo: el algodón.
La industrialización:
aparecen las fábricas
Aún en ese contexto de
cambio, hasta fines del siglo XVIII (dieciocho) los bienes eran producidos
manualmente por expertos artesanos en pequeños talleres. En la década de 1780,
el inglés James Watt mejoró una máquina inventada unos años antes por Thomas
Newcomen: la máquina de vapor.
Esta máquina se instaló por
primera vez en la industria textil y luego en otras, como en los medios de
transporte. El nuevo invento permitía
aumentar la cantidad de bienes que se producían en un lapso de tiempo dado,
reduciendo los costos de producción.
Los lugares dónde se
instalaron estas máquinas se llamaron fabricas
y desplazaron a los talleres de artesanos que no podían producir tanto, ni
tan rápido, ni a tan bajo costo. Así surgía el capitalismo industrial, basado en una nueva forma de producción.
Una cadena de
innovaciones
Los nuevos métodos de
producción requerían dos materias primas fundamentales: hierro: para construir las máquinas y carbón: para hacerlas funcionar.
Por otro lado, era necesario
encontrar dónde vender la producción en aumento. Se comenzó a llevar productos
a mercados cada vez más lejanos. Para ello se idearon nuevos medios de
transporte: a principios del siglo XIX (diecinueve) aparecían el ferrocarril y
los barcos a vapor.
Estos nuevos medios de
transporte también incrementaron la demanda de hierro y carbón, ya que se
construían con hierro y sus calderas se calentaban gracias al carbón. Por otra
parte, a la vez que llevaban productos a los nuevos mercados, traían de estas
regiones periféricas materias primas para las industrias. Por ejemplo, un
gaucho argentino podía vestir un poncho producido en la ciudad inglesa de
Manchester con algodón cultivado en el sur de Estados Unidos.
Las consecuencias de
la industrialización
A comienzos del siglo
diecinueve (XIX) comenzaban a evidenciarse las primeras consecuencias de la
industrialización. Era evidente el impresionante crecimiento de las ciudades en
tamaño y población.
La población del Reino Unido
se incrementó notablemente. En 1700 contaba con 5.750.000 habitantes; en 1750,
6.750.000 habitantes y en 1800 se alcanzó la cifra de 9.250.000 habitantes. El
movimiento migratorio dentro de la isla fue también considerable.
Pero además la apariencia de
las ciudades era novedosa: fábricas de varios pisos con humeantes chimeneas y
barrios obreros donde los trabajadores vivían hacinados.
La desocupación fue otro de
los grandes problemas de las ciudades, en parte debido a que la nueva
maquinaria utilizada llevaba a cabo, en menor tiempo, el trabajo de varios
obreros.
Las condiciones de vida de los trabajadores
eran, en muchos casos, denigrantes. Trabajaban de doce a
dieciséis horas diarias y preferentemente eran empleados mujeres y niños, ya
que se les pagaba menos que a los hombres por la misma tarea realizada. Al no
poseer ningún tipo de protección sanitaria, todos los trabajadores, estaban
expuestos a enfermedades y epidemias.
Al mismo tiempo comenzaban a
unirse grupos llamados trust, carteles y monopolios para controlar los mercados y evitar la competencia. En esta tarea
serían apoyados por sus gobiernos, que mediante la expansión imperial y
colonial buscaban asegurar mercados y materias primas a las empresas de sus
países.
La clase obrera y la
burguesía
Como consecuencia de la Revolución Industrial
a fines del siglo XVIII (dieciocho), comienza a surgir un nuevo grupo social,
que habita las grandes ciudades y trabaja en las fábricas: la clase obrera. Las nuevas fábricas,
sobre todo las textiles, obligaban a los trabajadores a permanecer callados,
trabajando hasta dieciséis horas diarias en condiciones miserables, sin
descansar y con apenas unos minutos para comer. Bajo estas condiciones,
trabajadores de diferentes rubros comenzaron a reconocer sus propios intereses
comunes en oposición a los de los empleadores y dueños de las fábricas, dando
origen a la clase obrera; en defensa de dichos intereses los trabajadores
organizaron, con el tiempo, sindicatos y se manifestaron a través de peticiones
y movimientos de huelgas.
Paralelamente a la formación
de la clase obrera, se conforma la burguesía, clase fundamental del
capitalismo. La sociedad modificó su estructura a través de una burguesía
industrial que se fortaleció en número e influencia. Se distinguió una alta
burguesía, conformada por banqueros, magnates de la industria y el comercio; de
una pequeña burguesía, compuesta por modestos comerciantes, pequeños
industriales y profesionales.
La falta de una legislación
adecuada y las malas condiciones generales de vida en los centros urbanos
fabriles, crearon un agudo problema social que derivaron en conflictos
sociales, adquiriendo creciente importancia y caracterizando todo el siglo XIX
y parte del XX.
Trabajo Práctico
Nº 28 de Historia y Geografía del 2do Ciclo
Tema: La
independencia de los Estados Unidos de América
Hacia fines del siglo XVIII (dieciocho),
en las colonias inglesas de América del Norte comenzó un proceso que condujo,
mediante diversas situaciones, a su independencia.
Las trece colonias del norte habían logrado
desarrollar variadas actividades económicas que eran controladas por
Inglaterra. Este hecho era perjudicial para los habitantes de las colonias, ya
que no contaban con el derecho de comerciar libremente sus productos. El
gobierno inglés había impuesto un sistema de monopolio comercial por el cual
las posesiones norteamericanas solo podían vender sus mercancías a Inglaterra.
El gobierno inglés imponía una política
centralista a sus colonias norteamericanas, con el objetivo de obtener una
mejor recaudación monetaria. Por consiguiente, decidió imponer nuevos impuestos
aduaneros en las colonias. [22]
A partir de 1764 comenzaron a cobrarse
impuestos sobre productos como el té, el azúcar, el cristal y el papel. Esta
situación creó un descontento social generalizado.
La oposición de las colonias a estas
imposiciones comenzó a ser manifestada por sus habitantes, quienes se sentían
parte de Inglaterra, como si fuesen ciudadanos, y solicitaban que se les
consultara sobre las medidas a tomar, sobre todo las relacionadas con la
imposición de nuevas cargas y contribuciones monetarias.
En el año 1773, en Boston y en Nueva York,
se produjeron manifestaciones claras de disconformidad cuando Inglaterra le permitió a una compañía
comercial, llamada Compañía de las Indias
Orientales, vender té sin pagar impuestos aduaneros. Los comerciantes de
las colonias norteamericanas se veían perjudicados por esta medida, ya que
ellos debían pagar impuestos para vender el mismo producto.
En Filadelfia, en 1774, se organizó un
Congreso General de las colonias, y la intención principal de este congreso era
defender los derechos de los habitantes de las posesiones inglesas en América
del Norte.
Al año siguiente comenzó un enfrentamiento
armado entre las colonias inglesas. Pese a que el ejército norteamericano era
menos organizado que el inglés, los colonos lograron vencer en varias batallas
a las tropas inglesas. El 4 de Julio de 1776, el Congreso de Filadelfia declaró
la independencia definitiva de las colonias inglesas.
Durante los enfrentamientos con
Inglaterra, los habitantes de las colonias contaron con el apoyo de España y de
Francia, lo que facilitó su triunfo. En 1781, el ejército inglés capituló, y
dos años más tarde se firmó el Tratado de Versalles (1783), que reconocía la
independencia definitiva de las colonias del norte.
George Washington es el personaje más
destacado de los sucesos que condujeron a la independencia de las colonias
inglesas del Norte. Durante los enfrentamientos con las tropas inglesas, fue un
jefe militar sobresaliente y en 1789 fue elegido como el primer presidente de
los Estados Unidos de América.
La
organización de los Estados Unidos independientes
La organización posterior a la
independencia se fue dando gradualmente. En 1787 se dictó una Constitución de
carácter federal. Republicano y representativo.
Cada Estado conservaría su autonomía en el
plano legal y administrativo, mientras que existirían autoridades centrales,
organizadas con un Poder Ejecutivo y un Poder Judicial. Estas autoridades
centrales tendrían en sus manos las decisiones que conciernan a todo el
territorio.
La Constitución de 1787 estableció algunos derechos
fundamentales, como la libertad de expresión, de reunión y de prensa. Este texto
constitucional sirvió como referente y ejemplo a todas las constituciones que
se dictaron posteriormente en América latina.
De la
revolución científica a la
Ilustración
En la Europa
medieval lo que se entendía por investigación científica consistía en las
afirmaciones de algunos sabios que se daban por ciertas, aunque no se las
hubiera demostrado. Junto con ellas, se consideraba que el contenido de las
escrituras religiosas no podía contradecirse. Sin embargo un grupo de hombres
europeos, expertos en numerosas ramas del conocimiento, comenzó a impugnar el
modo en que hasta el momento se buscaba alcanzar el saber.
Hombres como Galileo Galilei, John Locke y
René Descartes fueron los primeros en plantearla posibilidad de estudiarla
naturaleza, la sociedad y la filosofía fuera de la rigidez que imponía la Iglesia Católica, institución
de la que surgía casi todo el saber hasta entonces. El conocimiento adquirido a
través de la razón y la experimentación comenzaba a ganar terreno. Cada uno de
estos hombres, desde su tiempo y lugar, protagonizaron una verdadera revolución
científica.
Continuando esta tendencia, un grupo de
pensadores, sobre todo franceses, profundizaron estos cambios fundamentales en
la forma en la que se solía buscar el conocimiento. En consecuencia, el modo en
que hasta ese momento se intentaba entender el mundo comenzó a cambiar.
Estos pensadores consideraron a la razón como la “luz que ilumina el conocimiento”. De allí que se conociera al
movimiento intelectual que ellos protagonizaron como iluminismo o ilustración[23].
Para ellos, la razón era la cualidad que diferencia al hombre de los demás
animales y la guía hacia la sabiduría y el conocimiento.
Las ideas de la Ilustración fueron
bien recibidas por la burguesía. Una explicación racional del mundo implicaba
una crítica al orden establecido, que no permitía el pleno desarrollo de los
negocios ni la libertad total del individuo. Esto tenía que despertar simpatías
entre hombres nuevos que se abrían camino en un mundo viejo. Es por ello que la Ilustración tuvo un
papel importante en la desaparición del Antiguo Régimen, convirtiéndose en el
núcleo de ideas que hacía aceptable a un nuevo tipo de sociedad.
La ilustración y la política
Importantes filósofos de la época de la Ilustración dedicaron
una parte fundamental de sus reflexiones a la política. Compartían el rechazo y
la crítica al orden establecido y dominante, encarnado en el absolutismo de la
monarquía. Su pensamiento constituye un elemento esencial de la forma en que
todavía hoy se piensa la política.
Uno de ellos, François Marie Arouet,
conocido como Voltaire, era un reconocido escritor, famoso por su uso de la
ironía en la crítica al Estado absolutista y a la religión. Además, fue un
incansable defensor de la libertad de expresión. Por su parte, Montesquieu, un
popular ensayista, fue el primero en proponer la división de poderes del Estado
en Ejecutivo, Legislativo y Judicial,
como poderes independientes entre sí que se autorregulan y controlan para evitar
abusos de autoridad. Este es un principio que continúa en la base de las
constituciones de los Estados modernos. Lo mismo ocurre con las reflexiones de
Jean Jacques Rousseau, un escritor suizo en defensa de la soberanía popular (a
la que denominó voluntad general). De esta forma, Voltaire, Montesquieu y
Rousseau sientan las bases de la democracia y el sufragio como se los conoce en
la actualidad.
Las ideas de la Ilustración eran una
amenaza explícita para los monarcas de la época por su crítica al absolutismo.
Algunos de estos monarcas (por ejemplo: Carlos III de España y Federico II de
Prusia) reaccionaron y buscaron el modo de contrarrestar esas ideas, mediante
una nueva forma de acción política. Para defender los privilegios del poder
absoluto frente a las nuevas ideas liberales y democráticas de la burguesía,
surgió lo que se conoce como despotismo
ilustrado. En general, realizaron algunas concesiones a la burguesía,
tomando una actitud más distante con la Iglesia y
buscaron favorecer levemente algunas actividades productivas (agricultura e
industria, principalmente), junto con la modernización de las estructuras
burocráticas, administrativas e incluso, educativas; pero siempre se
mantuvieron aferrados a las estructuras jerárquicas del absolutismo, impidiendo
reformas políticas profundas.
La Ilustración y la economía
Es espíritu de cambio de las ideas del
siglo XVII se hacía presente también en el plano de la economía Dos escuelas
predominaron en las preferencias de los economistas europeos: primero la
escuela de los fisiócratas y luego la de el liberalismo económico. François
Quesnay fue uno de los fundadores de la escuela de los fisiócratas. Estos economistas sostenían que había leyes naturales
que gobernaban la producción y la distribución de bienes. A la vez sostenían
que el origen de la riqueza se encontraba en la agricultura. La Revolución Industrial,
todavía no había tenido lugar y la mayor parte de la actividad económica correspondía a la producción
agrícola.
Los fisiócratas fueron, además, los
precursores de la escuela del liberalismo
económico. Economistas liberales como Adam Smith se inspiraron en la
siguiente frase de Quesnay para desarrollar sus teorías: “dejar hacer, dejar
pasar, el mundo marcha por sí solo”. La idea básica de estos economistas era
que si los monarcas absolutos no intervenían “torpemente” en la economía y se
dejaban de lado los privilegios, la economía se regularía por sí misma y
crecería en forma indefinida.
A diferencia de los fisiócratas (y de una
escuela anterior, el mercantilismo,
que consideraba que la fuente de la riqueza se encontraba en el comercio), los
liberales consideraban que las riquezas tenían su origen en cualquier tipo de
trabajo. Siguiendo estos principios, condenaron enérgicamente el control
estatal de la economía y el monopolio ejercido en el comercio colonial como
trabas para el desarrollo económico.
Trabajo Práctico
Nº 29 de Historia y Geografía del 2do Ciclo
Tema: La Revolución Francesa
Mientras en Inglaterra se abría paso la Revolución
Industrial, la mayor parte de la población de Francia vivía
todavía en el campo en miserables condiciones de vida y sometidos a la
servidumbre. De la misma manera, los privilegios de la aristocracia y el
absolutismo de la monarquía se mantenían, aunque comenzaban a experimentar una
fuerte oposición por parte de la burguesía. Sequías e inundaciones llevaban a
repetidas crisis de la frágil producción agrícola. En consecuencia, el precio de los alimentos
aumentaba y las condiciones de la vida empeoraban: la mayoría de los habitantes
de Francia soportaban el precio de esta crisis. A la vez, el Estado enfrentaba
una fuerte crisis fiscal por el exceso de sus gastos militares y el alto
mantenimiento de una palaciega corte real parasitaria.
La
burguesía y los Estados Generales.
La sociedad francesa estaba
dividida legalmente en tres estados. El primer
estado estaba conformado por el clero, unas 100.000 personas en total. El segundo estado, que contenía al rey y a los aristócratas,
tenían para sí, el poder político y una serie de de privilegios como exenciones
de impuestos. No eran más de 400.000 personas. El tercer estado mostraba una composición mucho más diversa, pues
dentro de él se contaban campesinos, obreros y burgueses que constituían más
del 90 por ciento de la población.
La burguesía francesa, influenciada por
las ideas de la
Ilustración, se oponía a la aristocracia y sus privilegios.
Lo que quedaba del régimen feudal impedía su desarrollo. Por ejemplo, los
comerciantes burgueses no podían comprar y vender sus mercancías libremente por
disposiciones reales. El rey de Francia, Luis XVI (dieciséis), recurrió a su
poder absoluto para defender a la aristocracia, restándole importancia a la
crisis y enfureciendo a la burguesía.
Ante la crisis, la nobleza y el clero
impulsaron una reunión de Estados Generales. Se trataba de una asamblea en la
que la población estaba representada por diputados que discutían en lugares
separados según su pertenencia al primero, al segundo o al tercer estado. Cada
estado tenía un voto y la misma cantidad de representantes que los demás. Los
diputados de la burguesía exigieron que los tres estados discutieran reunidos,
que el tercer estado, tuviera tantos representantes como los otros dos juntos y
que las votaciones se hicieran por individuo y no por estado. Esto fue
rechazado y el rey estableció que los Estados Generales solo discutieran
cuestiones fiscales y no políticas.
La Asamblea Nacional Constituyente
Frente a la negativa del rey a que los
Estados Generales debatieran, además de cuestiones fiscales, cuestiones
políticas, y en clara actitud desafiante
frente a la autoridad real; con el apoyo de unos pocos representantes del
clero y la nobleza, los representantes del tercer
estado se declararon en asamblea en representación de toda la nación y no
solo de un estado. De esta manera, desconocían la autoridad del rey. Como era
de esperar, el rey clausuró la asamblea, pero sus miembros se comprometieron a
mantenerse unidos hasta la sanción de una Constitución. La Revolución había
comenzado.
Presionado por el tercer estado, el monarca finalmente ordenó la reunión de los tres
estados del reino. Así nació la Asamblea Nacional Constituyente que, de inmediato,
comenzó largas discusiones sobre el texto de la Constitución.
La
revolución se expande
Al mismo tiempo, el pueblo de París, una multitud de pequeños
comerciantes, artesanos y trabajadores pobres conocidos como sans culottes, se movilizó apoyando a la
nueva Asamblea. Los burgueses se organizaron en milicias conocidas como
Guardias Nacionales para defender a la Asamblea y protegerse ante la movilización de las
multitudes. En este contexto, el 14 de Julio de 1789, el pueblo de París asaltó
la Bastilla,
una prisión política que se había convertido en símbolo del autoritarismo real.
A la vez, en regiones rurales muchos campesinos asaltaban y destruían los
castillos y/o palacios de los aristócratas y los títulos de propiedad de las
tierras que justificaban legalmente su sometimiento. Frente a esto, la mayor
parte de la nobleza y el clero, junto con el rey, movilizaron ejércitos contra
las fuerzas de la Revolución. El
4 de Agosto, la Asamblea
decretó la abolición del feudalismo y los privilegios.
La Constitución de 1791 y la Asamblea Legislativa
La Asamblea Constituyente
sesionó por casi dos años. En 1791 el rey intentó huir hacia el extranjero para
encabezar desde allí la oposición (presuntamente armada) a la Revolución, pero fue
detenido y enviado de vuelta a París. La Asamblea aceleró las discusiones y sancionó una
Constitución precedida por la Declaración Universal de los Derechos del Hombre y del Ciudadano,
que ella misma había aprobado en Agosto de 1789. Esta Constitución, influida
por las ideas de la
Ilustración, establecía una monarquía constitucional y la división de poderes en poder
Ejecutivo (ejercido por el rey), poder Legislativo (que residiría en una nueva
Asamblea Legislativa de la que los miembros de la Asamblea Constituyente
estaban excluidos) y el poder Judicial ( en manos de jueces electos y ya no
designados por el monarca). Los representantes en la nueva Asamblea serían
elegidos por sufragio censitario
(solo quienes tuvieran ciertos ingresos podrían votar). En Octubre de ese año
se reunió por primera vez la Asamblea
Legislativa y el rey se vio obligado a jurar que acataría la Constitución. Todo
esto constituye uno de los orígenes de la organización política de los estados
modernos y las democracias actuales.
La Revolución amenazada
La nobleza y parte del clero se habían
opuesto a la Revolución
desde su inicio .En 1792, a
esta amenaza se sumó la de un grupo de monarquías europeas que declararon la
guerra a Francia. Los ejércitos de Australia y Prusia comenzaron a invadir el
país, por lo que la Asamblea Legislativa
declaró la patria en peligro y reclutó un ejército popular para defenderla. Por
su parte, el rey colaboraba en secreto con los invasores. Ante este hecho, se
movilizaron nuevamente los sans culottes.
Expresaron violentamente su descontento guiados por los jacobinos, el grupo
político más exaltado y comprometido con la Revolución. Tiempo
después, el rey fue encarcelado y se convocó a elecciones por sufragio
universal para diputados de una nueva asamblea, la Convención Nacional.
La Convención, los jacobinos y el Terror
Tras las elecciones, la Convención
Nacional asumió la dirección de asuntos de Francia. El
ejército francés rechazó la invasión extranjera y comenzó a avanzar sobre
Europa. Luis XVI (dieciséis) fue declarado culpable de traición y ejecutado en
la guillotina. La oposición europea a Francia sumó a otros monarcas alarmados
por estos hechos.
En el salón de la Convención se fueron
dibujando tres tendencias políticas. Ubicados a la derecha de la presidencia,
los representantes de los burgueses ricos proponían dar por concluida la Revolución. Aquellos
que pretendían fortalecerla adoptando medidas drásticas contra sus enemigos
internos y externos, se sentaban a la izquierda. En el centro, un tercer grupo
fluctuaba en sus posiciones políticas, entre los anteriores.
Por su parte, algunos diputados jacobinos
comenzaron a controlar la política interior, las relaciones exteriores y el
ejército. Con Jean Baptiste Roberspierre como líder, llevaron la Revolución al extremo.
Su gobierno ha pasado a la historia como el período del terror, pues juzgaron y ejecutaron a miles de sus
rivales: partidarios del rey y la burguesía, e incluso jacobinos, murieron en
la guillotina.
Una
nueva Constitución
La represión desatada por Robespierre pronto
empezó a ser rechazada. Los diputados moderados enfrentaban el peligro de
convertirse ellos mismos en víctimas del terror. A la vez, la ejecución de
algunos líderes populares llevó a que el gobierno jacobino perdiera el apoyo
que había tenido al iniciarse. Por otra parte, los reiterados triunfos
militares atenuaban las amenazas exteriores que habían justificado el
extremismo, al tiempo que el esfuerzo de la guerra llevaba a problemas
económicos que aumentaban el descontento popular.
El 27 de Junio de 1794 un golpe de Estado
puso fin al gobierno de Robespierre y la guillotina terminó esta vez con su
vida y la de sus partidarios. La
Convención fue disuelta y se dictó una nueva Constitución. El
Poder Ejecutivo quedó en manos de un Directorio de cinco miembros de sectores
moderados y conservadores. La
Revolución había concluido y crecía la fama de uno de sus
“hijos”, Napoleón Bonaparte.
[1] Corsario: Pirata al
servicio de un Estado
[2] Entre varias desviaciones graves a sus investiduras, estos papas
tuvieron varios hijos ilegítimos, no solo los reconocieron públicamente, sino
que arreglaron para algunos de ellos matrimonios principescos, tal como hacían
los reyes con sus hijos.
[3] Según la doctrina cristiana, la indulgencia es la gracia que concede la Iglesia a sus fieles para
redimirse de las penas temporales que
han merecido por sus pecados, mediante limosnas, rezos o peregrinaciones. Una indulgencia no es el perdón de un
pecado, y jamás ha sido una autorización para pecar. Más precisamente, era
(y aún lo es) una promesa de remisión,
total o parcial, del castigo que sufriría una persona, después de su muerte,
por pecados de los que se hubiera arrepentido sinceramente y hecho penitencia.
[4] Las 95 tesis, desafió las enseñanzas de la Iglesia de Roma con respecto
a la naturaleza de la penitencia, la autoridad del Papa y la utilidad de las indulgencias.
Esta publicación —clavada por Lutero, de acuerdo a la tradición, en las puertas
de la Iglesia
del Palacio de Wittenberg el 31 de octubre de 1517— comenzaría un debate teológico
que desembocaría en la Reforma.
[5] Bula: Documento
pontificio relativo a materia de fe o de interés general.
[6] Excomulgar: Apartar de la comunión de los fieles y del uso de los sacramentos.
[7] Dietas imperiales eran
asambleas que se convocaban para tratar cualquier problema que preocupase al
Imperio.
[8] Hereje: Persona que
practica herejías, es decir, creencias opuestas a los dogmas de una determinada
religión.
[9] Elector: Cada
uno de los príncipes de Alemania a quienes correspondía la elección y
nombramiento de emperador.
[10] Era notoria la enemistad de los príncipes alemanes hacia el Papa,
rencor que había tenido su origen en la luchas del Sacro Imperio contra la
autoridad del pontífice; además, germanos e italianos guerrearon con
frecuencia, debido a las incursiones de los primeros en territorio peninsular.
Diversos gobiernos europeos trataron de imponer su dominio en los asuntos de la Iglesia, sobre todo con la
intención de apropiarse de sus bienes y territorios.
[11] Hacia fines del siglo XV, Inglaterra era gobernada por la dinastía
Tudor, que había llegado al poder tras una serie de sangrientas guerras contra
otras familias nobles. Por esa razón, la existencia de herederos varones era
fundamental, para asegurar la permanencia de la dinastía en el poder y evitar
el estallido de nuevas guerras.
En ese contexto, el rey Enrique VIII
(1509-1547) se enfrentó con el Papa cuando éste se negó a concederle un permiso
especial para divorciarse de su esposa Catalina de Aragón, con quién tenía una
única hija, María. Ante esta situación, el rey, que deseaba subordinar la vida
eclesiástica a los intereses del Estado, decidió separar la iglesia de su país
de la Iglesia
Católica. En efecto en 1534 el Parlamento decretó que el rey
era el jefe supremo de la iglesia en Inglaterra, que pasó a llamarse Iglesia Anglicana.
[12] Concilio: Reunión de
obispos de la Iglesia
[13] La Compañía
de Jesús desarrolló una actividad importante durante la Reforma católica, sobre
todo en los años inmediatamente posteriores al Concilio de Trento. Su presencia
en la educación occidental y en las misiones en Asia, África y América ha sido
muy activa. Ha contado entre sus filas a una larga serie de santos, teólogos,
científicos, filósofos, artistas y pedagogos.
[14] Armand-Jean du Plessis (París, 9 de
septiembre de 1585 – ibídem, 4 de diciembre de 1642), cardenal-duque de
Richelieu, duque de Fronsac y par de Francia. Cardenal, noble y
hombre de estado francés. Ordenado obispo en 1607, entró en la política,
convirtiéndose en Secretario de Estado, en 1616. Richelieu pronto alcanzó un
gran poder en la Iglesia Católica
y en el Reino de Francia, convirtiéndose en cardenal en 1622, y en el primer
ministro del rey Luis XIII en 1624. Permaneció en el cargo hasta su muerte en
1642, siendo sucedido por el también cardenal Julio Mazarino.
[15] Gobelinos: Tapiceros de la fábrica que estableció el rey de Francia Luis XIV en la de tejidos fundada por
Gobelin.
[16] Países Bajos o Países Bajos españoles, actualmente Bélgica y Holanda,
recibía ese nombre porque sus tierras se hallaban a muy poca altura sobre el
nivel del mar del Norte. Comprendían un total de diecisiete provincias,
pertenecientes todas a la
Corona española en tiempos de Felipe II.
[17] Principalmente calvinistas.
[18] General Fernando Álvarez de Toledo, duque de Alba; tenía por misión
exterminar a los “mendigos”, como
llamaban a los insurrectos, y ocupar el cargo de gobernador, pues la duquesa
Margarita de Austria, había sido destituida del mismo.
[19] Para ello implementó Tribunal
de las Revueltas (re bautizado por el pueblo como “Tribunal de la Sangre”), formado por 12
miembros, sus sentencias eran inapelables y podían condenar a la confiscación
de bienes, al destierro, la decapitación, la horca, el descuartizamiento y la
hoguera. Se calcula fueron ejecutadas mil ochocientas personas.
[20] Sistema
doméstico o rural a domicilio: los mercaderes encargaban a los campesinos
productos manufacturados para venderlos. Los campesinos complementaban sus
labores agrícolas con la fabricación de artículos, principalmente textiles.
Este sistema permitía escapar del control de los gremios urbanos, y así
resultaba más libre y barato para los comerciantes.
[21] hija de Enrique VIII (octavo) con Ana Bolena, y última monarca de la
dinastía Tudor.
[22] La guerra de los Siete Años, entre Inglaterra y Francia
(1756-1763), había resultado muy costosa
para Inglaterra y por esta causa la
Corona dispuso reorganizar el sistema impositivo colonial, a
los efectos de compensar los gastos ocasionados por el mantenimiento de las
nuevas guarniciones militares en América, ya que Inglaterra luego de la firma
del Tratado de París (1763), entre
otras cláusulas favorables a la expansión del dominio inglés, se adueña del
Canadá y de la parte oriental de la cuenca del río Misisipi.
[23] Ilustración:
movimiento intelectual europeo que durante el siglo XVIII (dieciocho) cuestionó
las verdades absolutas en un clima de búsqueda de nuevas ideas y críticas a las
viejas creencias. Los pensadores de la ilustración asignaban una importancia
fundamental a las explicaciones racionales frente a las míticas religiosas.
Entre los nuevos principios se encontraba la importancia asignada al progreso
de los conocimientos científicos y técnicos.
Entre sus ideas políticas se destacaron el cuestionamiento general de
la monarquía absoluta, la propuesta de la división de poderes del Estado
(Montesquieu, 1689-1755), el concepto de soberanía popular (Juan Jacobo
Rousseau, 1712-1778) y la abolición de
la tortura y el encarcelamiento sin autorización judicial (Voltaire,
1694-1778).
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