Publicado en edición impresa, nota editorial. Opinión
Domingo 05 de enero de 2014 |
Reiteradamente hemos señalado desde estas columnas
que distintas figuras históricas han sido demonizadas, presas de la
lamentable intolerancia reinante en los últimos tiempos. Entre ellas, la
de Julio Argentino Roca, fundador del Estado argentino moderno y a
quien le debemos que la Patagonia sea argentina.
El monumento en su honor, emplazado desde 1940 en el
Centro Cívico municipal de la ciudad de San Carlos de Bariloche,
constituye un ícono de la ciudad que agitó en los últimos años distintas
posturas políticas y sentimientos encontrados. Militantes de la
Cooperativa 1° de Mayo, en su mayoría mapuches, quisieron derribarlo en
2012 por considerarlo "el responsable del genocidio más grande de la
historia". Este año, el artista Tomás Espina lo intervino cubriéndolo
con un puente de madera y reactivó los enfrentamientos, dejando en
evidencia la fractura de una sociedad en torno a esta señera figura que
fue dos veces presidente de la República. En las últimas semanas, se
levantó un árbol de Navidad gigante justo encima de la estatua ecuestre,
aun cuando el espacio de la plaza es suficientemente amplio como para
haber dado cabida a ambas expresiones, en claro símbolo de la paz que
propone el espíritu navideño.
Retomando el hilo de la historia, una mirada a un mapa
antiguo que reproducimos en esta página, confeccionado en 1860 por un
conocido cartógrafo de Filadelfia, permite observar que, para los
Estados Unidos de América, la Confederación Argentina no comprendía a la
Patagonia, pues fijaba claramente el límite meridional de nuestro país
en el Río Negro. Más al Sur, comprendido el territorio de la Tierra del
Fuego, se lee "Patagonia" y, en tipografía menor, las palabras "New
Chili", Nuevo Chile. Evidentemente, no consideraba que la extensa región
en cuestión -que comprendería las actuales provincias de Neuquén, Río
Negro, Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego- fuera una superficie "sin
dueño" en aquella época.
El histórico documento cartográfico al que hacemos
referencia coexiste con otros de similar tenor. Pone de relieve, una vez
más, que la Campaña del Desierto no fue una cruzada contra el indio,
sino una maniobra militar tendiente a excluir a Chile de la Patagonia,
barriendo cualquier aspiración de apropiación por parte del país hermano
respecto de tan extenso como valioso territorio. De hecho, el ejército
que comandara el general Roca tenía por objeto derrotar a las tribus de
origen chileno, instrumento de empresarios trasandinos que compraban los
productos de sus saqueos.
La Patagonia, en poder de Chile, según cartografía de 1860. Foto: Archivo
La etnografía da cuenta de diversas tribus originarias de la Patagonia argentina. Ninguna de ellas bajo el nombre de "mapuche". Los mapuches a los que derrotó Roca no eran "pueblos originarios" de la Patagonia, sino "invasores": eran araucanos que provenían de Chile y que habían aniquilado a los verdaderos pueblos originarios, los tehuelches. Recordemos, además, que Roca negoció la paz con la mayoría de las tribus, lejos de exterminarlas y que, fruto de su astucia, logró posteriormente de manera incruenta el reconocimiento chileno de nuestra soberanía en el Sur.
Su acción permitió que nuestro país extendiera el
territorio nacional, desplazando el límite que fijaba el Río Negro. De
resultas de esta nueva ocupación, la Argentina también pudo reclamar
territorio antártico e insular en el Atlántico Sur. La valiosa gesta
geopolítica de Roca se completó con la visión del Perito Moreno, héroe
civil y prohombre muchas veces olvidado, cuya argumentación a favor de
tomar la "línea divisoria de aguas" en lugar de "las altas cumbres que
dividen aguas" evitó que perdiéramos los lagos, la precordillera y la
Cordillera al sur del lago Gutiérrez, hoy lindante con Bariloche.
La Campaña del Desierto se enmarca en el proceso de
conformación del Estado nacional y de delimitación de nuestro
territorio, que posibilitó el desarrollo de la región. La absurda e
interesada militancia en contra de Roca no hace más que tergiversar los
hechos para instalar un discurso fruto de la ignorancia y la
intolerancia. El lago Nahuel Huapi, por caso, o los yacimientos de YPF
en la Patagonia no serían hoy argentinos, incluidos el de Vaca Muerta. Y
el general Enrique Mosconi no hubiera contado con los recursos
naturales que potenciaron el progreso económico de la Nación.
No hay comentarios:
Publicar un comentario