sábado, 12 de octubre de 2013

La Segunda Guerra Mundial



Trabajo Práctico Nº 17 de Historia y Geografía del 3er Ciclo

Tema: La Segunda Guerra Mundial
Período de entre guerras
     Los primeros años de la posguerra estuvieron marcados por la dificultosa aplicación de los tratados de paz de 1919. Sin embargo, la segunda mitad de los años veinte abrió un período de concordia internacional que ilusionó a los contemporáneos.
     La depresión de 1929 y el ascenso de Hitler al poder demostraron el carácter efímero de este tiempo de armonía. Los años treinta prepararon el camino a una segunda y aun más destructiva conflagración mundial.

La crisis de 1929
     Hacia fines de la década, nada indicaba el inminente fin del auge económico estadounidense: los precios se mantenían estables y las ganancias acumuladas eran muy altas. Pero en 1928, los dividendos industriales y comerciales comenzaron a deslizarse hacia la especulación en el mercado de valores y, de inmediato, se desató la furia especulativa: todos los ahorros se colocaban el la Bolsa y no se invertían en producción.
     En 1929, el fin de la expansión de la economía “real” comenzó a percibirse. Tres hechos marcaron la contracción de la demanda: las crecientes dificultades agrícolas, la desaceleración del ritmo de la construcción y la caída de la producción industrial. La quiebra fraudulenta del empresario londinense Clarence Hartry, en el mes de septiembre, desató una ola de pánico que pronto se trasladó a la Bolsa neoyorquina, sacudida por el temor a una fuga masiva del capital extranjero. El “crack” de la Bolsa solo era cuestión de tiempo.

     
    El llamado,”jueves negro” (24 de octubre de 1929), la Bolsa de valores de Wall Street, centro del capitalismo, quebró. La cotización de las acciones, en ascenso acelerado durante los meses anteriores, cayó de manera espectacular. Muchos accionistas buscaron desprenderse a cualquier precio de sus títulos que, pronto, no tuvieron ningún valor, pues ya nadie los quería. Los grandes banqueros intentaron sostener el sistema y compraron títulos masivamente. Sin embargo, esto no bastó. Cinco días después, el “martes negro” arrasó con más de 80.000 empresas y 4.000 bancos sólo en el territorio de los Estados Unidos. Entre 1929 y 1932, el valor de las acciones disminuyó de 87 millones de dólares a tan solo 19.
     Los capitales norteamericanos en el exterior fueron repatriados, lo cual significó un golpe contundente para la economía mundial, privada de su principal inversor y prestamista. Inmediatamente, los inversores franceses tomaron una decisión similar, que catapultó las economías europeas el abismo (inflación, desabastecimiento, falta de inversiones, falta de crédito, desempleo masivo), La repercusión de estas, medidas pronto se extendió en el resto de la Europa capitalista y los continentes periféricos[1].     

El fascismo
     A Italia, que se había alineado dentro del bando vencedor, los modestos beneficios territoriales que recibió después de la Gran Guerra le hicieron ver que las potencias europeas la consideraban un Estado de inferior jerarquía.
     Entre tanto, en el plano interno, las tensiones se multiplicaron: entre 1919 y 1929, se reiteraron las huelgas y las apropiaciones de unidades productivas urbanas y rurales, impulsadas por el Partido Socialista y el Comunista, en respuesta al aumento de la desocupación y el deterioro salarial. Estas situaciones difundieron en la clase media propietaria un sentimiento de humillación y preocupación, que se agravó a consecuencia de la creciente inflación y del aumento constante de los impuestos. ¿Qué futuro les esperaba en el mundo de posguerra? Mientras se nivel de vida se iba a pique, se respondía a las acciones obreras con el otorgamiento de mejoras salariales.
     La situación fue explotada por Benito Mussolini, el “Duce”, quien en 1919, creó la organización de los fasci di combattimento (uniones de antiguos combatientes), destinada a evitar el avance político y sindical del socialismo de cuyas filas había sido expulsado en 1915.
     Para Mussolini, los partidos eran una forma de participación política organizativa agotada, y los tiempos que corrían requerían modos de acción mucho más efectivos y directos.
     Si bien poco numerosos en un principio, los fascistas o “camisas negras” -por el color de su vestimenta- emprendieron desde un principio acciones francas contra los obreros socialistas huelguistas.
     En 1921, se presentaron a elecciones y obtuvieron algunos escaños[2] en el Parlamento; sin embargo, su estrategia preferida no era el parlamentarismo.
     En efecto, prefirieron atacar directamente a un gobierno que dudaba entre negociar o reprimir. En octubre de 1922, Mussolini organizó una enorme movilización de partidarios fascistas hacia la capital: la denominada “Marcha sobre Roma”.
     Esto atemorizó a las autoridades e, inmediatamente, el rey Víctor Manuel III designó a Mussolini primer ministro y le encargó formar un nuevo gobierno.

 Marcha sobre Roma, 1922


El autoritarismo fascista     
     En 1922, el fascismo se había convertido en un movimiento político muy extendido, que contaba con sus propios sindicatos, su ejército, sus asociaciones femeninas y juveniles, sus periódicos, y demás. Sobre la base de esta posición, Mussolini obtuvo inmediatamente el otorgamiento de poderes excepcionales por parte del Parlamento. Así, se permitió el funcionamiento del Partido Fascista únicamente, suprimiendo la libertad de prensa, las leyes electorales fueron manipuladas, y la policía fue autorizada a restringir la libertad de quienes considerara opositores, así como a detenerlos y exiliarlos sin juicio previo. En esta línea, en 1925, el Parlamento fue reemplazado por el Gran Consejo Fascista, organismo consultivo sin atribuciones propias.


 Benito Mussolini (1883-1945)

El Estado corporativo
     El fascismo apuntó a construir un Estado integrado por corporaciones organizadas según ramas de actividad. Estas corporaciones debían estar constituidas por trabajadores y patrones, ya que buscaban reemplazar la lucha de clases por la armonía social.
     En efecto, la nación era concebida como un “cuerpo vivo”, un organismo cuyas partes debían funcionar en forma armónica para no “enfermarse”; en este marco, el conflicto interno era visto como un “mal” que resentía el tejido social, y la agitación que promovían socialistas y comunistas, como una amenaza al “equilibrio orgánico” de la nación.
     El discurso nacionalista se complementaba con la exaltación de la virilidad, el espíritu combativo y el sacrificio personal. Esto, sumado a una creativa propaganda política, convirtió a Mussolini, líder carismático, en autor del orden y el crecimiento de los italianos, y a la represión y la delación de los opositores, en actos de justicia que se comunicaban desde los primeros años de la escolaridad. Mussolini conseguía despertar el fervor de las masas.

El nazismo
     En 1919, la situación política y económica de Alemania era crítica. La débil República de Weimar apenas, conseguía soportar las críticas que adjudicaban a los gobernantes y la humillación impuesta por el Tratado de Versalles.
     Por entonces, Adolf Hitler (1889-1945), un ex combatiente, acababa de asumir la dirección del minúsculo Partido Nacional Socialista Alemán (nazi), recientemente fundado en una cervecería de Munich.
     Durante la década de 1920, Hitler conseguiría incrementar su liderazgo de manera sorprendente: los veteranos de guerra y las clases medias urbanas y rurales, preocupados por el deterioro de su situación y la amenaza de una revolución proletaria, lo seguían en número cada vez mayor. En poco más de diez años, los seguidores de su partido pasaron de 190 a 1.400.000

     Adolf Hitler (1889-1945)


     El partido nazi carecía de un programa concreto. Sus dirigentes se limitaban a entremezclar consignas nacionalistas con ansiadas reivindicaciones sociales, invocando la potencia de la raza aria, la supremacía alemana y el antisemitismo. Los judíos eran presentados como los causantes de todos los males: como “impulsores de las luchas obreras y alteradores de la paz social”, como “vampiros capitalistas, enriquecidos con el sudor del honrado pueblo alemán, y demás.
     En 1923, Hitler saltó a la fama en Alemania: irrumpió en una reunión de gobierno pistola en mano y exigió la renuncia de todos los miembros, acusándolos de ceder a las imposiciones del “gran capital judeo-internacional” sin considerar los “verdaderos intereses de la nación alemana”[3].
     Poco después, publicó “Mi lucha” (Mein Kampf), texto en el que, a la reiteración de consignas nacionalistas y antisemitas, agregó una crítica directa a la democracia y los partidos existentes. La diversidad, a su juicio, era muestra de debilidad: “Alemania debe convertirse en una comunidad racial, cultural e ideológicamente homogénea, conducida por un líder carismático, el “Führer” (conductor), para alcanzar la gloria a la que esta predestinada”, afirmaba.
     La derrota de 1923 hizo cambiar de táctica a Hitler y, al salir en libertad, el líder nacionalsocialista tomó el camino de la lucha electoral. La estrategia nazi combinó el parlamentarismo y la acción directa. El primero le brindaba publicidad y la posibilidad de criticar a sus oponentes; la segunda era desarrollada por la SA (Sección de Asalto) - camisas pardas-, grupo paramilitar que cometía atentados contra la vida o las propiedades de judíos y adversarios políticos. 
     A fines de 1932 finalizó el período presidencial de Pablo Von Hindenburg, antiguo comandante en jefe que estaba en el gobierno de la República desde 1925, en la siguiente votación, Hindenburg fue reelecto y Hitler obtuvo el segundo lugar. En enero de 1933, en un período de convulsiones políticas y cambios de gabinete, Hitler logró hacerse nombrar canciller por el anciano presidente, que habría de morir al año siguiente; con el pie en el poder, Hitler, en adelante se encargaría de avanzar sobre el Parlamento hasta disolverlo, depurar su propio partido, reprimir toda oposición (sindicatos, y partidos de izquierda principalmente), concentrar la suma de los poderes, suprimir las libertades individuales, las autonomías federales, las expresiones artísticas, etc. 

Afiche de propaganda Nacionalsocialista "Muerte a la mentira"



Auge del totalitarismo en Europa  
     Para explicar el surgimiento de estos sistemas autoritarios se pueden señalar diferentes motivos; la destrucción producida por la Primera Guerra Mundial[4] ; los efectos de la crisis de 1929 (desempleo masivo, pobreza, inflación[5], incertidumbre, decepción de los sistemas republicanos liberales); el triunfo del comunismo en Rusia, muy temido por los sectores dominantes debido a la amenaza de expansión continental y mundial (internacional).
     Los sistemas autoritarios recibieron diversos apoyos sociales. Entre los más importantes se encontraron:
-Integrantes de los sectores sociales medios, de la pequeña burguesía, que era nacionalista e identificaba a la nación con su propia clase social (artesanos, comerciantes, pequeños propietarios, oficinistas), que se sentían amenazados por los cambios económicos y sociales, por un lado el obrerismo internacionalista y por el otro la concentración industrial
- Combatientes de la Primera Guerra Mundial, en su mayoría desocupados o con impedimentos físicos. Muchos desmoralizados y/o con ánimos de revancha.
- Estudiantes
-Sectores de las clases altas (grandes industriales, terratenientes o banqueros), que aunque no coincidieran ideológicamente, apoyaron al fascismo o nazismo en cuanto significara una defensa de sus intereses económicos y una protección contra la amenaza del comunismo[6].
     Los regímenes políticos nazi y fascista fueron esencialmente antiliberales y de carácter totalitario, es decir, fortalecieron el poder del Estado a expensas de los derechos y las libertades individuales, y centralizaron la conducción de todas las políticas económicas y sociales. También iniciaron la reconstrucción material y cultural de sus respectivas sociedades - desvastadas después de la Primera Guerra mundial-, donde alcanzaron una enorme adhesión política, e instauraron dictaduras. Crearon un capitalismo de Estado y apelaron a una prédica anticomunista y fuertemente nacionalista que enalteció el orgullo de sus tradiciones: los fascistas, por ejemplo, exaltaron la grandeza alcanzada por Roma en la Antigüedad, y el nazismo aclamó la superioridad aria - a la que creían pertenecer los pueblos noreuropeos -, supuestamente destinada a expandirse y establecer un nuevo orden mundial.   

Acto del partido Nacional socialista obrero alemán en Nuremberg 



La Segunda Guerra Mundial (1939-1945):
     Se llamó guerra mundial porque los enfrentamientos tuvieron lugar en Europa, Asia, África y Oceanía. Sólo América quedó relativamente al margen, aunque los Estados Unidos participaron activamente y la mayoría de los países latinoamericanos envió contingentes al bloque de los Aliados[7], como se llamó a los que se enfrentaron con las potencias del Eje.
     La Segunda Guerra Mundial ha sido caracterizada también como una guerra ideológica porque, si bien se disputó un nuevo reparto territorial de los dominios coloniales sobre zonas consideradas económicamente estratégicas - al igual que en otras guerras -, también se manifestó la ambición de crear un nuevo orden mundial  basado en la idea de supremacía racial, que intentó desplazar el orden liberal capitalista hasta entonces hegemónico. Se enfrentaron, en consecuencia, dos regímenes ideológico-políticos antagónicos.
     En 1936, Hitler y Mussolini establecieron una alianza conocida como Eje Roma-Berlín, a la que después se sumó Japón. Ninguno de los tres países estaba conforme con el lugar que ocupaba en el escenario internacional. Mussolini quería hacer de Roma el centro de una nuevo imperio.; Alemania pretendía liberarse de los condicionamientos que le habían impuesto mediante el Tratado de Versalles; el Japón era la principal potencia del Extremo Oriente y había emprendido una política expansionista. En los dos primeros casos, se trataba de regímenes surgidos de precarios sistemas democráticos que al alcanzar el poder, asumieron formas totalitarias. En el tercero, se trataba de un imperio tradicional, en el que un grupo de belicosos militares había aumentado su influencia y su poder de decisión.

La política exterior del Eje:
     En 1931, Japón invadió Manchuria, región ubicada al noroeste de China y, en 193, avanzó sobre otras regiones de China, mientras sus intereses comerciales comenzaron a chocar con la influencia estadounidense en el océano Pacífico. El propósito de la expansión era crear el área de prosperidad denominada Gran Asia Japonesa, que se extendería hacia el sudoeste del territorio nacional japonés e incluiría, además, China continental.
     En 1938, Alemania anexionó Austria[8] y reclamó su derecho sobre los Sudetes, una región de Checoslovaquia[9].
     En 1939, el ministro de relaciones exteriores alemán Von Ribbentropp y su par ruso Molotov, firmaron un pacto estratégico que sorprendió a sus respectivos compatriotas y al mundo entero. Este pacto germano-soviético permitiría a Alemania conquistar a Polonia y, de ese modo, continuar su expansión hacia el este. En este acuerdo, Alemania se comprometió a no interferir si la Unión Soviética amenazaba el este de Polonia, Besarabia y las republicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania,  países ribereños del mar Báltico).
     El 1 de Septiembre de 1939, Cuando Alemania traspuso la frontera con Polonia (causa inmediata de la guerra), las reacciones británica y francesa iniciaron la Segunda Guerra Mundial, un conflicto bélico cuyas proporciones y alcances superaron a todos anteriores. Esta segunda guerra enfrentó a las potencias del Eje -lideradas por Alemania, Italia y el Japón- con los países aliados: Gran Bretaña y Francia, entre otros.
 


La guerra en acción:
     La Segunda Guerra Mundial tuvo dos grandes frentes de operaciones: el europeo y el Pacífico. En menos de un año, para 1939, los alemanes habían ocupado Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Francia[10], Rumania, Bulgaria, Gracia y Yugoslavia[11]. En 1941, atacaron sin previo aviso a sus, hasta entonces, aliados soviéticos. 


      
     En el frente del Pacífico, los japoneses ocuparon Filipinas, Singapur, Birmania y Java. En Diciembre de 1941, atacaron por sorpresa la base estadounidense de Pearl Harbor. En consecuencia, los Estados Unidos se incorporaron activamente en el conflicto bélico.
     La segunda etapa de la guerra consistió en el lento pero inexorable avance de las tropas aliadas sobre las posiciones del Eje. A fines de 1942, los Aliados vencieron a los italianos y los alemanes en África del Norte, y los rusos vencieron a los alemanes en la batalla de Stalingrado (ciudad actualmente llamada Volgogrado). En 1943, los británicos ocuparon la isla italiana de Sicilia, lo que provocó un golpe de Estado, que depuso a Benito Mussolini[12]. En este mismo año, se organizaron estrategias conjuntas[13] entre los jefes de Estado aliados, Joseph Stalin (URSS), Winston Churchill (Gran Bretaña) y Franklin D. Roosevelt (EEUU), respectivamente, con el objetivo de garantizar el ataque final contra la expansión nazi. 

Joseph Stalin

 Winston Churchill

Franklin Delano Roosevelt

     En Junio de 1944, se produjo el desembarco de Normandía, que destruyó la defensa del llamado Muro del Atlántico y marcó el comienzo de la derrota de Alemania. En Agosto, las tropas aliadas liberaron París. Los británicos y estadounidenses cruzaron la frontera alemana en enero de 1945, pero las tropas rusas fueron las primeras en llegar, vencer  y ocupar Berlín. Luego de una desesperada resistencia, Adolf Hitler se suicidó en su bunker de mando. Pocos días después, el 7 de Mayo el alto mando alemán se rendía incondicionalmente.

Desembarco de las fuerzas aliadas en las costas francesas de Normandía 

6 de junio de 1944

     Caida de Berlin frente al ejército ruso, 2 de mayo de 1945


     En el Pacífico, los japoneses opusieron una tenaz resistencia, de la que ha quedado el recuerdo de los célebres kamikazes[14], pilotos suicidas que estrellaban sus aviones contra barcos y objetivos enemigo, causándole numerosas bajas y pérdidas de material a las tropas estadounidenses que debían desembarcar y tomar el control del archipiélago. El 6 de Agosto de 1945, la aviación estadounidense lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, que provocó la muerte de 260 mil personas.

Estallido de la bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima, 6 de agosto de 1945

Restos luego de la explosión en Hisoshima

Hiroshima luego del estallido de la bomba atómica


     El 9 de Agosto de 1945 arrojaron una segunda bomba atómica sobre el territorio japonés, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki, y causaron la muerte de 39 mil personas. El monstruoso poder de destrucción de estas armas provocó que, menos de un mes después del ataque, el Japón se rindiera. De este modo, la Segunda Guerra Mundial llegó a su fin. El saldo de la contienda fue la mayor pérdida de vidas en la historia de la humanidad. El conflicto consagró, además, la superioridad militar de los Estados Unidos.    
     Las víctimas de la guerra superaron los 40 millones. Las zonas más afectadas fueron Alemania, los países del Este y el Japón. El país que tuvo mayor número de muertos fue la Unión Soviética, con 16 millones aproximadamente.

Los horrores de la guerra: la Shoá
     Las atrocidades causadas por el avance del nazismo fueron innumerables: pueblos enteros arrasados, sus habitantes muertos o deportados, campos de concentración convertidos en lugares de masacre, cámaras de gas y hornos crematorios en lugares tristemente famosos, como Auschwitz, en Polonia, dónde fueron exterminados entre tres y cuatro millones de personas. El encarnizamiento nazi fue especialmente grave con la comunidad judía. Se entiende por Holocausto la persecución sistemática y el aniquilamiento de personas que llevaron a cabo los nazis alemanes y sus colaboradores entre los años 1933 y 1945. El pueblo judío fue la principal victima del Holocausto; 6 millones de personas que profesaban esa religión fueron asesinadas. No existe total acuerdo en emplear el término holocausto, ya que este significa “sacrificio por el fuego”. Se argumenta que el uso de esta palabra puede inducir a pensar que los judíos, fueron sacrificados por Dios. Por esto, se propone también utilizar el término hebreo Shoá, que significa “destrucción”.
    Los judíos de la Europa ocupada por el Tercer Reich, solo podían vivir en guetos[15] y debían llevar la estrella de David como identificación visible en sus ropas; se les habían quitado los derechos políticos, económicos (Ejemplo: derecho a la propiedad privada) y gran parte de los derechos civiles, por ejemplo: tenían prohibido casarse con alemanes. 
     
     La violencia nazi no se limitó a la comunidad israelí, también fueron perseguidos y asesinados otros pueblos y grupos que no pertenecían a la considerada “raza superior aria  proclamada por el nazismo o que, simplemente, no compartía sus ideales. El régimen nazi también persiguió y asesinó a gitanos, polacos, personas discapacitadas, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas; además de disidentes políticos de toda etnia, nacionalidad o creencia religiosa. El exterminio masivo perpetrado por los nacionalsocialistas fue el más grave de la historia de la humanidad.

Ejecución frente a una fosa común


Niños alojados en un campo de concentración


Victimas de un campo de exterminio


Las conferencias para lograr la paz
  Al finalizar la Segunda Guerra Mundial no se firmaron pactos de paz al estilo del Tratado de Versalles de 1919. Las estipulaciones para la paz surgieron paulatinamente en varias conferencias realizadas entre los vencedores, durante los momentos previos  al fin de la guerra y luego de 1945. Las dos reuniones que alcanzaron mayor importancia se realizaron en Yalta (Crimea) y en Potsdam (Alemania), en 1945.


 Conferencia en Yalta , Ucrania 1945

     En Yalta se acordó sobre el futuro de Alemania, sería dividida en cuatro zonas de ocupación a cargo de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y la Unión Soviética. La frontera de Polonia seguiría existiendo; Stalin (presuntamente) respetaría la formación de los nuevos estados surgidos en Europa oriental con regímenes democráticos. Y Stalin además prometió no entrar en guerra con el Japón si se compensaba a su país con los territorios arrebatados por éste a inicios del siglo XX.
     En la Conferencia de Potsdam la polarización entre EEUU y la URSS era más notoria, a pesar de esto se acordó el desarme alemán y los enjuiciamientos a los nazis por crímenes de guerra. Las potencias triunfantes podrían cobrar reparaciones en especie en su zona de ocupación. Se firmarían diversos tratados de paz con estados satélites alemanes y otros Estados (Italia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia). En 1951 las potencia occidentales y en 1956 los soviéticos firmaron la paz con el Japón. Con Alemania, en cambio, no se firmó ningún acuerdo final de paz.

 La guerra fría
     Al concluir la Segunda Guerra Mundial, había quedado en el mundo solo dos superpotencias: los Estados Unidos de América, por su grandioso adelanto económico y su monopolio (hasta ese momento) de las armas nucleares, y la Unión Soviética, por su poderosa fuerza militar acrecentada durante el conflicto bélico.
     Estas circunstancias determinaron que, una vez derrotadas las fuerzas del Eje, las dos potencias tuvieran mayor influencia internacional, especialmente en los temas concernientes a Europa.  Entre ellas se fue conformando progresivamente un antagonismo ideológico, político y económico, que recibió el nombre de Guerra Fría.
     La expresión “Guerra Fría” fue utilizada por primera vez por un comentarista político estadounidense[16] para referirse a la tensión que se evidenciaba entre su país y la Unión Soviética. Con este término se designó la complicada estructura de relaciones internacionales que surgió luego de la segunda conflagración mundial: un conflicto Este-Oeste, entre el comunismo predominante en Oriente y el capitalismo dominante en Occidente. Este papel adoptado por ambas potencias configuró un equilibrio bipolar o de dos bloques.
     “Guerra Fría”, porque nunca fue declarada entre las dos potencias que rivalizaban por el poder y la supremacía del nuevo orden mundial: sus batallas tenían lugar en los ámbitos diplomáticos internacionales, en las expresiones artísticas, el periodismo, la competencia por los adelantos científicos, etc. Con el correr de los años los contendientes participaron, también, en conflictos armados periféricos, en los que midieron sus fuerzas.
     Este nuevo orden mundial estuvo asentado en el poderío tecnológico militar de las dos grandes potencias y se organizó a través de una compleja red de tratados, como la Organización  del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), firmado en Washington en 1949 para la defensa colectiva de las libertades democráticas, y el Pacto de Varsovia, rubricado en 1955 entre la Unión Soviética y los países bajo su órbita. También se creó un organismo político supranacional destinado a dirimir los conflictos internacionales y preservar la paz mundial: la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Un logro de la ONU fue la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanos en 1948. 






[1] Entre 1929 y 1932, la producción mundial cayó un 40 %; el volumen del comercio internacional, un 30%, y su valor, un 60%.
[2] Escaño: Puesto, asiento de los parlamentarios en la Cámaras.
[3] A este acontecimiento se lo conoce como el “Putsch de Munich”. En abril de 1924, Hitler fue sentenciado a 5 años de prisión en la fortaleza de Landsberg, aunque la Constitución estipulaba cadena perpetua contra crímenes de este tipo. Hitler recibió un trato privilegiado y pudo recibir cartas y visitas de sus admiradores. Fue absuelto y liberado en diciembre de ese mismo año, como parte de una amnistía masiva hacia prisioneros políticos. Solo cumplió nueve meses de su condena.
[4] En Alemania, la exigencia de las reparaciones de la guerra llevó a una profunda crisis económica al país e indignó a la mayoría de la población. Mientras Italia se sintió defraudada por los mínimos beneficios territoriales que le tocó en el nuevo orden europeo.
[5] Una fuerte hiperinflación en Alemania, que socavó los pilares de la sociedad.
[6] Como observa el historiador inglés contemporáneo Eric Hobsbawm, el gran capital puede alcanzar un entendimiento con cualquier régimen que no pretenda expropiarlo y, por ejemplo, cuando Hitler accedió al poder, cooperó decididamente con él hasta el punto de utilizar, durante la Segunda Guerra Mundial, mano de obra de los campos de exterminio.
[7] Aliados: los países que formaron la alianza contra el Eje fueron, entre otros, Francia, el Reino Unido, Polonia, Bélgica, los Países Bajos, Luxemburgo, Yugoeslavia, Grecia, Australia, Canadá, Sudáfrica, el Brasil, Nueva Zelanda, China, la Unión Soviética y los Estados Unidos.
[8]  Anschluss (palabra alemana que significa "anexión") fue la inclusión en 1938 de Austria, por vía diplomática,  dentro de la Alemania nazi como una provincia del III Reich. La respuesta internacional al Anschluss fue débil y permisiva: Los aliados de la Primera Guerra Mundial se limitaron a protestar diplomáticamente, sin accionar concretamente contra Alemania, aun cuando los aliados eran, los responsables del cumplimiento del Tratado de Versalles, que prohibía específicamente la unión entre Austria y Alemania.
[9] Hitler proclamaba la idea de la “Gran Alemania”. Pretendía incorporar al territorio del Reich las regiones de Europa oriental con población alemana que desde el Tratado de Versalles pertenecían a nuevos estados, pero también extender el dominio sobre las regiones que no estuvieran habitadas por alemanes: ambicionaba dominar toda Europa.
[10] La primera fase de la guerra terminó en 1940 con la derrota de Francia. La sociedad francesa se dividió entre los que aceptaron el gobierno del general Pétain (que colaboraba con los alemanes), y quienes iniciaron la resistencia, con el general Charles de Gaulle como líder.
[11] Alemania con una estrategia de “guerra relámpago” (en alemán, Blitzkrieg) denominación popular para una táctica militar de ataque que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles atacando con velocidad y sorpresa para impedir que un enemigo pueda llevar a cabo una defensa coherente. Los principios básicos de estos tipos de operaciones se desarrollaron en el siglo XIX por varias naciones, y se adaptaron años después de la Primera Guerra Mundial, principalmente por la Wehrmatch (fuerzas armadas alemanas), para incorporar armas y vehículos modernos como un método para evitar la guerra de trincheras y la guerra linear en futuros conflictos.
[12] Rescate de Mussolini: en un operativo comando llevado a cabo por paracaidistas de elite alemanes, Benito Mussolini fue rescatado del arresto impuesto por el gobierno del mariscal Badoglio (sucesor de Mussolini) , en septiembre de 1943 y llevado ante Hitler.
[13] La Conferencia de Casablanca fue realizada en el Hotel Anfa, en Casablanca, Marruecos, que en ese tiempo era un protectorado francés. La conferencia se realizó del 14 al 24 de enero de 1943, con el objetivo de planear una estrategia europea para el accionar aliado durante la Segunda Guerra Mundial. En esta conferencia estuvieron presentes Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Charles de Gaulle y Henri Giraud.
[14] El término, de origen japonés, fue utilizado originalmente por los traductores estadounidenses para referirse a los ataques suicidas efectuados por pilotos de una unidad especial perteneciente a la Armada Imperial Japonesa contra embarcaciones de la flota de los Aliados en el océano Pacífico, a finales de la Segunda Guerra Mundial
[15] Barrios o suburbios en que viven personas marginadas por el resto de la sociedad.
[16] Walter Lippmann

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