Trabajo Práctico Nº 17 de Historia y Geografía del 3er Ciclo
Tema: La Segunda Guerra Mundial
Período
de entre guerras
Los primeros años de la posguerra
estuvieron marcados por la dificultosa aplicación de los tratados de paz de
1919. Sin embargo, la segunda mitad de los años veinte abrió un período de
concordia internacional que ilusionó a los contemporáneos.
La depresión de 1929 y el ascenso de
Hitler al poder demostraron el carácter efímero de este tiempo de armonía. Los
años treinta prepararon el camino a una segunda y aun más destructiva
conflagración mundial.
La crisis de 1929
Hacia fines de la década, nada indicaba el inminente fin del auge
económico estadounidense: los precios se mantenían estables y las ganancias
acumuladas eran muy altas. Pero en 1928, los dividendos industriales y
comerciales comenzaron a deslizarse hacia la especulación en el mercado de
valores y, de inmediato, se desató la furia especulativa: todos los ahorros se
colocaban el la Bolsa
y no se invertían en producción.
En 1929, el fin de la expansión de la
economía “real” comenzó a percibirse. Tres hechos marcaron la contracción de la
demanda: las crecientes dificultades agrícolas, la desaceleración del ritmo de
la construcción y la caída de la producción industrial. La quiebra fraudulenta
del empresario londinense Clarence Hartry, en el mes de septiembre, desató una
ola de pánico que pronto se trasladó a la Bolsa neoyorquina, sacudida por el temor a una
fuga masiva del capital extranjero. El “crack” de la Bolsa solo era cuestión de
tiempo.
El llamado,”jueves negro” (24 de octubre de 1929), la Bolsa de valores de Wall Street, centro del capitalismo, quebró. La cotización de las acciones, en ascenso acelerado durante los meses anteriores, cayó de manera espectacular. Muchos accionistas buscaron desprenderse a cualquier precio de sus títulos que, pronto, no tuvieron ningún valor, pues ya nadie los quería. Los grandes banqueros intentaron sostener el sistema y compraron títulos masivamente. Sin embargo, esto no bastó. Cinco días después, el “martes negro” arrasó con más de 80.000 empresas y 4.000 bancos sólo en el territorio de los Estados Unidos. Entre 1929 y 1932, el valor de las acciones disminuyó de 87 millones de dólares a tan solo 19.
Los capitales norteamericanos en el
exterior fueron repatriados, lo cual significó un golpe contundente para la
economía mundial, privada de su principal inversor y prestamista.
Inmediatamente, los inversores franceses tomaron una decisión similar, que
catapultó las economías europeas el abismo (inflación, desabastecimiento, falta
de inversiones, falta de crédito, desempleo masivo), La repercusión de estas,
medidas pronto se extendió en el resto de la Europa capitalista y los continentes periféricos[1].
El fascismo
A Italia, que se había alineado dentro del
bando vencedor, los modestos beneficios territoriales que recibió después de la
Gran Guerra le hicieron ver que las
potencias europeas la consideraban un Estado de inferior jerarquía.
Entre tanto, en el plano interno, las
tensiones se multiplicaron: entre 1919 y 1929, se reiteraron las huelgas y las
apropiaciones de unidades productivas urbanas y rurales, impulsadas por el
Partido Socialista y el Comunista, en respuesta al aumento de la desocupación y
el deterioro salarial. Estas situaciones difundieron en la clase media
propietaria un sentimiento de humillación y preocupación, que se agravó a
consecuencia de la creciente inflación y del aumento constante de los
impuestos. ¿Qué futuro les esperaba en el mundo de posguerra? Mientras se nivel
de vida se iba a pique, se respondía a las acciones obreras con el otorgamiento
de mejoras salariales.
La situación fue explotada por Benito
Mussolini, el “Duce”, quien en 1919, creó la organización de los fasci di combattimento (uniones de antiguos
combatientes), destinada a evitar el avance político y sindical del socialismo
de cuyas filas había sido expulsado en 1915.
Para Mussolini, los partidos eran una
forma de participación política organizativa agotada, y los tiempos que corrían
requerían modos de acción mucho más efectivos y directos.
Si bien poco numerosos en un principio,
los fascistas o “camisas negras” -por el color de su vestimenta- emprendieron
desde un principio acciones francas contra los obreros socialistas huelguistas.
En 1921, se presentaron a elecciones y
obtuvieron algunos escaños[2]
en el Parlamento; sin embargo, su estrategia preferida no era el
parlamentarismo.
En efecto, prefirieron atacar directamente
a un gobierno que dudaba entre negociar o reprimir. En octubre de 1922,
Mussolini organizó una enorme movilización de partidarios fascistas hacia la
capital: la denominada “Marcha sobre
Roma”.
Esto atemorizó a las autoridades e,
inmediatamente, el rey Víctor Manuel III
designó a Mussolini primer ministro y le encargó formar un nuevo gobierno.
Marcha sobre Roma, 1922
El autoritarismo fascista
En 1922, el fascismo se había convertido en un movimiento político muy
extendido, que contaba con sus propios sindicatos, su ejército, sus
asociaciones femeninas y juveniles, sus periódicos, y demás. Sobre la base de
esta posición, Mussolini obtuvo inmediatamente el otorgamiento de poderes
excepcionales por parte del Parlamento. Así, se permitió el funcionamiento del
Partido Fascista únicamente, suprimiendo la libertad de prensa, las leyes
electorales fueron manipuladas, y la policía fue autorizada a restringir la
libertad de quienes considerara opositores, así como a detenerlos y exiliarlos
sin juicio previo. En esta línea, en 1925, el Parlamento fue reemplazado por el
Gran Consejo Fascista, organismo consultivo sin atribuciones propias.
Benito Mussolini (1883-1945)
El Estado corporativo
El fascismo apuntó a construir un Estado
integrado por corporaciones organizadas según ramas de actividad. Estas
corporaciones debían estar constituidas por trabajadores y patrones, ya que
buscaban reemplazar la lucha de clases por la armonía social.
En efecto, la nación era concebida como un
“cuerpo vivo”, un organismo cuyas partes debían funcionar en forma armónica
para no “enfermarse”; en este marco, el conflicto interno era visto como un
“mal” que resentía el tejido social, y la agitación que promovían socialistas y
comunistas, como una amenaza al “equilibrio orgánico” de la nación.
El discurso nacionalista se complementaba
con la exaltación de la virilidad, el espíritu combativo y el sacrificio
personal. Esto, sumado a una creativa propaganda política, convirtió a
Mussolini, líder carismático, en autor del orden y el crecimiento de los
italianos, y a la represión y la delación de los opositores, en actos de
justicia que se comunicaban desde los primeros años de la escolaridad.
Mussolini conseguía despertar el fervor de las masas.
El nazismo
En 1919, la situación política y económica de Alemania era crítica. La
débil República de Weimar apenas, conseguía soportar las críticas que
adjudicaban a los gobernantes y la humillación impuesta por el Tratado de
Versalles.
Por entonces, Adolf Hitler (1889-1945), un ex combatiente, acababa de asumir la
dirección del minúsculo Partido Nacional Socialista Alemán (nazi),
recientemente fundado en una cervecería de Munich.
Durante la década de 1920, Hitler
conseguiría incrementar su liderazgo de manera sorprendente: los veteranos de
guerra y las clases medias urbanas y rurales, preocupados por el deterioro de
su situación y la amenaza de una revolución proletaria, lo seguían en número
cada vez mayor. En poco más de diez años, los seguidores de su partido pasaron
de 190 a
1.400.000
Adolf Hitler (1889-1945)
El partido nazi carecía de un programa
concreto. Sus dirigentes se limitaban a entremezclar consignas nacionalistas
con ansiadas reivindicaciones sociales, invocando la potencia de la raza aria,
la supremacía alemana y el antisemitismo. Los judíos eran presentados como los
causantes de todos los males: como “impulsores de las luchas obreras y
alteradores de la paz social”, como “vampiros capitalistas, enriquecidos con el
sudor del honrado pueblo alemán, y demás.
En 1923, Hitler saltó a la fama en
Alemania: irrumpió en una reunión de gobierno pistola en mano y exigió la
renuncia de todos los miembros, acusándolos de ceder a las imposiciones del
“gran capital judeo-internacional” sin considerar los “verdaderos intereses de
la nación alemana”[3].
Poco después, publicó “Mi lucha” (Mein
Kampf), texto en el que, a la reiteración de consignas nacionalistas y
antisemitas, agregó una crítica directa a la democracia y los partidos
existentes. La diversidad, a su juicio, era muestra de debilidad: “Alemania
debe convertirse en una comunidad racial, cultural e ideológicamente homogénea,
conducida por un líder carismático, el “Führer” (conductor), para alcanzar la
gloria a la que esta predestinada”, afirmaba.
La derrota de 1923 hizo cambiar de táctica
a Hitler y, al salir en libertad, el líder nacionalsocialista tomó el camino de
la lucha electoral. La estrategia nazi combinó el parlamentarismo y la acción
directa. El primero le brindaba publicidad y la posibilidad de criticar a sus
oponentes; la segunda era desarrollada por la SA (Sección de Asalto) - camisas pardas-, grupo
paramilitar que cometía atentados contra la vida o las propiedades de judíos y
adversarios políticos.
A fines de 1932 finalizó el período
presidencial de Pablo Von Hindenburg,
antiguo comandante en jefe que estaba en el gobierno de la República desde 1925, en
la siguiente votación, Hindenburg fue reelecto y Hitler obtuvo el segundo
lugar. En enero de 1933, en un período de convulsiones políticas y cambios de
gabinete, Hitler logró hacerse nombrar canciller por el anciano presidente, que
habría de morir al año siguiente; con el pie en el poder, Hitler, en adelante
se encargaría de avanzar sobre el Parlamento hasta disolverlo, depurar su
propio partido, reprimir toda oposición (sindicatos, y partidos de izquierda
principalmente), concentrar la suma de los poderes, suprimir las libertades
individuales, las autonomías federales, las expresiones artísticas, etc.
Auge del totalitarismo en Europa
Para explicar el surgimiento de estos
sistemas autoritarios se pueden señalar diferentes motivos; la destrucción
producida por la Primera Guerra
Mundial[4]
; los efectos de la crisis de 1929 (desempleo masivo, pobreza, inflación[5],
incertidumbre, decepción de los sistemas republicanos liberales); el triunfo
del comunismo en Rusia, muy temido por los sectores dominantes debido a la
amenaza de expansión continental y mundial (internacional).
Los sistemas autoritarios recibieron diversos apoyos sociales. Entre
los más importantes se encontraron:
-Integrantes de los sectores sociales medios,
de la pequeña burguesía, que era nacionalista e identificaba a la nación con su
propia clase social (artesanos, comerciantes, pequeños propietarios,
oficinistas), que se sentían amenazados por los cambios económicos y sociales,
por un lado el obrerismo internacionalista y por el otro la concentración
industrial
- Combatientes de la Primera Guerra Mundial, en su
mayoría desocupados o con impedimentos físicos. Muchos desmoralizados y/o con
ánimos de revancha.
- Estudiantes
-Sectores de las clases altas (grandes
industriales, terratenientes o banqueros), que aunque no coincidieran
ideológicamente, apoyaron al fascismo o nazismo en cuanto significara una
defensa de sus intereses económicos y una protección
contra la amenaza del comunismo[6].
Los regímenes políticos nazi y fascista
fueron esencialmente antiliberales y de
carácter totalitario, es decir, fortalecieron el poder del Estado a
expensas de los derechos y las libertades individuales, y centralizaron la
conducción de todas las políticas económicas y sociales. También iniciaron la
reconstrucción material y cultural de sus respectivas sociedades - desvastadas
después de la Primera Guerra
mundial-, donde alcanzaron una enorme adhesión política, e instauraron dictaduras. Crearon un capitalismo de
Estado y apelaron a una prédica
anticomunista y fuertemente nacionalista que enalteció el orgullo de sus
tradiciones: los fascistas, por ejemplo, exaltaron la grandeza alcanzada por
Roma en la Antigüedad,
y el nazismo aclamó la superioridad aria - a la que creían pertenecer los
pueblos noreuropeos -, supuestamente destinada a expandirse y establecer un
nuevo orden mundial.
Acto del partido Nacional socialista obrero alemán en Nuremberg
La Segunda Guerra Mundial (1939-1945):
Se llamó guerra mundial porque los
enfrentamientos tuvieron lugar en Europa, Asia, África y Oceanía. Sólo América
quedó relativamente al margen, aunque los Estados Unidos participaron
activamente y la mayoría de los países latinoamericanos envió contingentes al
bloque de los Aliados[7],
como se llamó a los que se enfrentaron con las potencias del Eje.
La Segunda Guerra Mundial ha sido
caracterizada también como una guerra ideológica porque, si bien se disputó un
nuevo reparto territorial de los dominios coloniales sobre zonas consideradas
económicamente estratégicas - al igual que en otras guerras -, también se
manifestó la ambición de crear un nuevo orden mundial basado en la idea de supremacía racial, que
intentó desplazar el orden liberal capitalista hasta entonces hegemónico. Se enfrentaron, en consecuencia, dos
regímenes ideológico-políticos antagónicos.
En 1936, Hitler y Mussolini establecieron
una alianza conocida como Eje Roma-Berlín, a la que después se sumó Japón. Ninguno de los tres países
estaba conforme con el lugar que ocupaba en el escenario internacional.
Mussolini quería hacer de Roma el centro de una nuevo imperio.; Alemania
pretendía liberarse de los condicionamientos que le habían impuesto mediante el
Tratado de Versalles; el Japón era la principal potencia del Extremo Oriente y
había emprendido una política expansionista. En los dos primeros casos, se
trataba de regímenes surgidos de precarios sistemas democráticos que al
alcanzar el poder, asumieron formas totalitarias. En el tercero, se trataba de
un imperio tradicional, en el que un grupo de belicosos militares había
aumentado su influencia y su poder de decisión.
La política exterior del Eje:
En 1931, Japón invadió Manchuria, región
ubicada al noroeste de China y, en 193, avanzó sobre otras regiones de China,
mientras sus intereses comerciales comenzaron a chocar con la influencia
estadounidense en el océano Pacífico. El propósito de la expansión era crear el
área de prosperidad denominada Gran Asia
Japonesa, que se extendería hacia el sudoeste del territorio nacional
japonés e incluiría, además, China continental.
En 1938, Alemania anexionó Austria[8]
y reclamó su derecho sobre los Sudetes, una región de Checoslovaquia[9].
En 1939, el ministro de relaciones
exteriores alemán Von Ribbentropp y su par ruso Molotov, firmaron un pacto estratégico que sorprendió a sus
respectivos compatriotas y al mundo entero. Este pacto germano-soviético permitiría a Alemania conquistar a Polonia y, de
ese modo, continuar su expansión hacia el este. En este acuerdo, Alemania se
comprometió a no interferir si la Unión
Soviética amenazaba el este de Polonia, Besarabia y las
republicas bálticas (Estonia, Letonia y Lituania, países ribereños del mar Báltico).
El 1 de Septiembre de 1939, Cuando
Alemania traspuso la frontera con Polonia (causa inmediata de la guerra), las
reacciones británica y francesa iniciaron la Segunda Guerra Mundial, un conflicto bélico cuyas
proporciones y alcances superaron a todos anteriores. Esta segunda guerra
enfrentó a las potencias del Eje
-lideradas por Alemania, Italia y el Japón- con los países aliados: Gran Bretaña y Francia, entre otros.
La Segunda Guerra
Mundial tuvo dos grandes frentes de
operaciones: el europeo y el Pacífico. En menos de un año, para 1939, los
alemanes habían ocupado Polonia, Dinamarca, Noruega, Bélgica, Holanda, Francia[10],
Rumania, Bulgaria, Gracia y Yugoslavia[11].
En 1941, atacaron sin previo aviso a sus, hasta entonces, aliados soviéticos.
En el frente del Pacífico, los japoneses ocuparon Filipinas, Singapur, Birmania y Java. En Diciembre de 1941, atacaron por sorpresa la base estadounidense de Pearl Harbor. En consecuencia, los Estados Unidos se incorporaron activamente en el conflicto bélico.
La segunda etapa de la guerra consistió en
el lento pero inexorable avance de las
tropas aliadas sobre las posiciones del Eje. A fines de 1942, los Aliados
vencieron a los italianos y los alemanes en África del Norte, y los rusos
vencieron a los alemanes en la batalla de Stalingrado (ciudad actualmente
llamada Volgogrado). En 1943, los británicos ocuparon la isla italiana de
Sicilia, lo que provocó un golpe de Estado, que depuso a Benito Mussolini[12].
En este mismo año, se organizaron estrategias conjuntas[13]
entre los jefes de Estado aliados, Joseph
Stalin (URSS), Winston Churchill (Gran Bretaña) y Franklin D. Roosevelt (EEUU), respectivamente, con el objetivo de
garantizar el ataque final contra la expansión nazi.
Joseph Stalin
Winston Churchill
Franklin Delano Roosevelt
En Junio de 1944, se produjo el desembarco de Normandía, que destruyó
la defensa del llamado Muro del Atlántico y marcó el comienzo de la derrota de
Alemania. En Agosto, las tropas aliadas liberaron París. Los británicos y
estadounidenses cruzaron la frontera alemana en enero de 1945, pero las tropas rusas fueron las primeras en
llegar, vencer y ocupar Berlín.
Luego de una desesperada resistencia, Adolf Hitler se suicidó en su bunker de
mando. Pocos días después, el 7 de Mayo el alto mando alemán se rendía
incondicionalmente.
Desembarco de las fuerzas aliadas en las costas francesas de Normandía
6 de junio de 1944
Caida de Berlin frente al ejército ruso, 2 de mayo de 1945
En el Pacífico, los japoneses opusieron una tenaz resistencia, de la que ha quedado el recuerdo de los célebres kamikazes[14], pilotos suicidas que estrellaban sus aviones contra barcos y objetivos enemigo, causándole numerosas bajas y pérdidas de material a las tropas estadounidenses que debían desembarcar y tomar el control del archipiélago. El 6 de Agosto de 1945, la aviación estadounidense lanzó una bomba atómica sobre la ciudad japonesa de Hiroshima, que provocó la muerte de 260 mil personas.
Estallido de la bomba atómica en la ciudad japonesa de Hiroshima, 6 de agosto de 1945
Restos luego de la explosión en Hisoshima
Hiroshima luego del estallido de la bomba atómica
El 9 de Agosto de 1945 arrojaron una segunda bomba atómica sobre el
territorio japonés, esta vez sobre la ciudad de Nagasaki, y causaron la muerte de 39 mil personas. El monstruoso
poder de destrucción de estas armas provocó
que, menos de un mes después del ataque, el Japón se rindiera. De este
modo, la Segunda Guerra
Mundial llegó a su fin. El saldo de la contienda fue la mayor pérdida de vidas
en la historia de la humanidad. El conflicto consagró, además, la superioridad
militar de los Estados Unidos.
Las
víctimas de la guerra superaron los 40 millones. Las zonas más afectadas
fueron Alemania, los países del Este y el Japón. El país que tuvo mayor número
de muertos fue la Unión Soviética,
con 16 millones aproximadamente.
Los horrores de la guerra: la Shoá
Las atrocidades causadas por el avance del
nazismo fueron innumerables: pueblos enteros arrasados, sus habitantes muertos
o deportados, campos de concentración convertidos en lugares de masacre,
cámaras de gas y hornos crematorios en lugares tristemente famosos, como Auschwitz, en Polonia, dónde fueron
exterminados entre tres y cuatro millones de personas. El encarnizamiento nazi
fue especialmente grave con la comunidad judía. Se entiende por Holocausto la persecución sistemática y
el aniquilamiento de personas que llevaron a cabo los nazis alemanes y sus
colaboradores entre los años 1933 y 1945. El pueblo judío fue la principal
victima del Holocausto; 6 millones de
personas que profesaban esa religión fueron asesinadas. No existe total
acuerdo en emplear el término holocausto,
ya que este significa “sacrificio por el fuego”. Se argumenta que el uso de
esta palabra puede inducir a pensar que los judíos, fueron sacrificados por
Dios. Por esto, se propone también utilizar el término hebreo Shoá, que significa “destrucción”.
Los judíos de la Europa ocupada por el
Tercer Reich, solo podían vivir en guetos[15]
y debían llevar la estrella de David como identificación visible en sus ropas;
se les habían quitado los derechos políticos, económicos (Ejemplo: derecho a la
propiedad privada) y gran parte de los derechos civiles, por ejemplo: tenían
prohibido casarse con alemanes.
La violencia nazi no se limitó a la comunidad israelí, también fueron perseguidos y asesinados otros pueblos y grupos que no pertenecían a la considerada “raza superior aria” proclamada por el nazismo o que, simplemente, no compartía sus ideales. El régimen nazi también persiguió y asesinó a gitanos, polacos, personas discapacitadas, homosexuales, testigos de Jehová, comunistas; además de disidentes políticos de toda etnia, nacionalidad o creencia religiosa. El exterminio masivo perpetrado por los nacionalsocialistas fue el más grave de la historia de la humanidad.
Ejecución frente a una fosa común
Niños alojados en un campo de concentración
Victimas de un campo de exterminio
Las conferencias para lograr la paz
Al finalizar la Segunda Guerra Mundial no se firmaron pactos de paz al estilo del Tratado de Versalles de 1919. Las estipulaciones para la paz surgieron paulatinamente en varias conferencias realizadas entre los vencedores, durante los momentos previos al fin de la guerra y luego de 1945. Las dos reuniones que alcanzaron mayor importancia se realizaron en Yalta (Crimea) y en Potsdam (Alemania), en 1945.
Conferencia en Yalta , Ucrania 1945
En Yalta se acordó sobre el futuro de
Alemania, sería dividida en cuatro zonas de ocupación a cargo de Gran Bretaña,
Estados Unidos, Francia y la Unión
Soviética. La frontera de Polonia seguiría existiendo; Stalin
(presuntamente) respetaría la formación de los nuevos estados surgidos en
Europa oriental con regímenes democráticos. Y Stalin además prometió no entrar
en guerra con el Japón si se compensaba a su país con los territorios
arrebatados por éste a inicios del siglo XX.
En la Conferencia de Potsdam
la polarización entre EEUU y la
URSS era más notoria, a pesar de esto se acordó el desarme
alemán y los enjuiciamientos a los nazis por crímenes de guerra. Las potencias
triunfantes podrían cobrar reparaciones en especie en su zona de ocupación. Se
firmarían diversos tratados de paz con estados satélites alemanes y otros
Estados (Italia, Hungría, Rumania, Bulgaria y Finlandia). En 1951 las potencia
occidentales y en 1956 los soviéticos firmaron la paz con el Japón. Con
Alemania, en cambio, no se firmó ningún acuerdo final de paz.
La guerra fría
Al concluir la Segunda Guerra Mundial, había
quedado en el mundo solo dos superpotencias: los Estados Unidos de América, por su grandioso adelanto económico y su
monopolio (hasta ese momento) de las armas nucleares, y la Unión Soviética, por su
poderosa fuerza militar acrecentada durante el conflicto bélico.
Estas circunstancias determinaron que, una
vez derrotadas las fuerzas del Eje, las dos potencias tuvieran mayor influencia
internacional, especialmente en los temas concernientes a Europa. Entre ellas se fue conformando
progresivamente un antagonismo ideológico, político y económico, que recibió el
nombre de Guerra Fría.
La expresión “Guerra Fría” fue utilizada
por primera vez por un comentarista político estadounidense[16]
para referirse a la tensión que se evidenciaba entre su país y la Unión Soviética. Con este
término se designó la complicada estructura de relaciones internacionales que
surgió luego de la segunda conflagración mundial: un conflicto Este-Oeste, entre el comunismo predominante en Oriente y
el capitalismo dominante en Occidente. Este papel adoptado por ambas potencias
configuró un equilibrio bipolar o de
dos bloques.
“Guerra Fría”, porque nunca fue declarada entre las dos potencias que rivalizaban por el
poder y la supremacía del nuevo orden
mundial: sus batallas tenían lugar en los ámbitos diplomáticos
internacionales, en las expresiones artísticas, el periodismo, la competencia
por los adelantos científicos, etc. Con el correr de los años los contendientes
participaron, también, en conflictos armados periféricos, en los que midieron
sus fuerzas.
Este nuevo orden mundial estuvo asentado
en el poderío tecnológico militar de las dos grandes potencias y se organizó a
través de una compleja red de tratados, como la Organización del
Tratado del Atlántico Norte (OTAN), firmado en Washington en 1949 para la
defensa colectiva de las libertades democráticas, y el Pacto de Varsovia, rubricado en 1955 entre la Unión Soviética y los países
bajo su órbita. También se creó un organismo político supranacional destinado a
dirimir los conflictos internacionales y preservar la paz mundial: la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Un logro
de la ONU fue la DeclaraciónUniversal de Derechos Humanos en 1948.
[1] Entre 1929 y 1932, la producción mundial cayó un 40 %; el volumen del
comercio internacional, un 30%, y su valor, un 60%.
[2] Escaño: Puesto, asiento de
los parlamentarios en la
Cámaras.
[3] A este acontecimiento se lo conoce como el “Putsch de Munich”. En abril de 1924, Hitler fue sentenciado a 5
años de prisión en la fortaleza de Landsberg, aunque la Constitución
estipulaba cadena perpetua contra crímenes de este tipo. Hitler recibió un
trato privilegiado y pudo recibir cartas y visitas de sus admiradores. Fue
absuelto y liberado en diciembre de ese mismo año, como parte de una amnistía
masiva hacia prisioneros políticos. Solo cumplió nueve meses de su condena.
[4] En Alemania, la exigencia de las reparaciones de la guerra llevó a una
profunda crisis económica al país e indignó a la mayoría de la población.
Mientras Italia se sintió defraudada por los mínimos beneficios territoriales
que le tocó en el nuevo orden europeo.
[5] Una fuerte hiperinflación
en Alemania, que socavó los pilares de la sociedad.
[6] Como observa el historiador inglés contemporáneo Eric Hobsbawm, el
gran capital puede alcanzar un entendimiento con cualquier régimen que no
pretenda expropiarlo y, por ejemplo, cuando Hitler accedió al poder, cooperó
decididamente con él hasta el punto de utilizar, durante la Segunda Guerra
Mundial, mano de obra de los campos de exterminio.
[7] Aliados: los países que formaron la alianza contra el Eje fueron,
entre otros, Francia, el Reino Unido, Polonia, Bélgica, los Países Bajos,
Luxemburgo, Yugoeslavia, Grecia, Australia, Canadá, Sudáfrica, el Brasil, Nueva
Zelanda, China, la Unión Soviética
y los Estados Unidos.
[8] Anschluss (palabra alemana que significa
"anexión") fue la inclusión en 1938 de Austria, por vía
diplomática, dentro de la Alemania nazi como una
provincia del III Reich. La respuesta internacional al Anschluss fue débil y
permisiva: Los aliados de la
Primera Guerra Mundial se limitaron a protestar
diplomáticamente, sin accionar concretamente contra Alemania, aun cuando los
aliados eran, los responsables del cumplimiento del Tratado de Versalles, que
prohibía específicamente la unión entre Austria y Alemania.
[9] Hitler proclamaba la idea de la “Gran
Alemania”. Pretendía incorporar al territorio del Reich las regiones de
Europa oriental con población alemana que desde el Tratado de Versalles
pertenecían a nuevos estados, pero también extender el dominio sobre las
regiones que no estuvieran habitadas por alemanes: ambicionaba dominar toda
Europa.
[10] La primera fase de la guerra terminó en 1940 con la derrota de Francia. La sociedad francesa se dividió entre los
que aceptaron el gobierno del general Pétain (que colaboraba con los alemanes),
y quienes iniciaron la resistencia,
con el general Charles de Gaulle como líder.
[11] Alemania con una estrategia de “guerra
relámpago” (en alemán, Blitzkrieg) denominación popular para una táctica militar
de ataque que implica un bombardeo inicial, seguido del uso de fuerzas móviles
atacando con velocidad y sorpresa para impedir que un enemigo pueda llevar a
cabo una defensa coherente. Los principios básicos de estos tipos de
operaciones se desarrollaron en el siglo XIX por varias naciones, y se
adaptaron años después de la
Primera Guerra Mundial, principalmente por la Wehrmatch (fuerzas armadas
alemanas), para incorporar armas y vehículos modernos como un método para
evitar la guerra de trincheras y la guerra linear en futuros conflictos.
[12] Rescate de Mussolini: en un operativo comando llevado a cabo por
paracaidistas de elite alemanes, Benito Mussolini fue rescatado del arresto
impuesto por el gobierno del mariscal Badoglio (sucesor de Mussolini) , en
septiembre de 1943 y llevado ante Hitler.
[13] La Conferencia
de Casablanca fue realizada en el Hotel Anfa, en Casablanca, Marruecos, que
en ese tiempo era un protectorado francés. La conferencia se realizó del 14 al
24 de enero de 1943, con el objetivo de planear una estrategia europea para el
accionar aliado durante la
Segunda Guerra Mundial. En esta conferencia estuvieron
presentes Franklin D. Roosevelt, Winston Churchill, Charles de Gaulle y Henri
Giraud.
[14] El término, de origen japonés, fue utilizado originalmente por los
traductores estadounidenses para referirse a los ataques suicidas efectuados
por pilotos de una unidad especial perteneciente a la Armada Imperial
Japonesa contra embarcaciones de la flota de los Aliados en el océano Pacífico,
a finales de la Segunda
Guerra Mundial
[15] Barrios o suburbios en que viven personas marginadas
por el resto de la sociedad.
[16] Walter Lippmann
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